23. La noche del Karaoke

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- Te dije que necesitaba abrazarte... - Luisita susurraba, y aunque había mucho ruido de fondo, Amelia lo había escuchado perfectamente, se le encogió el corazón al escucharlo para después latir aún más fuerte de lo que antes hacía, sus latidos se aceleraban.

Se fundieron de nuevo en un abrazo, Amelia cerraba los ojos y se aferraba a ella, no quería soltarla, deseaba que el contacto de sus cuerpos fuera eterno. Dejaba besos en su hombro y en su pelo con ansia. Luisita se separó de ella con las manos aún rodeando su nuca y miraba sus ojos cerrados, parecía incluso estar apretando.

- ¿No vas a decir nada? - Dijo la rubia mientras una de sus manos abandonaba su cuello para acariciar su cara, las manos de Amelia seguían tirando de la cintura de Luisita estrechándola contra ella. - Abre los ojos...

- Tengo miedo de abrirlos y que desaparezcas...

- No me voy a ir a ninguna parte, solo lo haré si es contigo - Los ojos y las manos de Amelia empezaron a soltarse, sin dejar de sostenerla, pero el contacto era mucho más suave. - Lo siento Amelia, por favor mírame, estoy aquí.

Luisita acariciaba su cara y detenía la mano en sus ojos acariciándolos sutilmente, entonces los abrió, observándola detenidamente. Aquellos ojos que tanto quería tener delante, allí estaban, tan marrones y grandes como los recordaba.

- No eres tu la que tiene que sentirlo, no lo hice bien Luisi.

- Me puse como una energúmena, parecía que estaba poseída por algún tipo de demonio, te prometo que no soy así, o no la mayor parte del tiempo - Puso una sonrisa nerviosa - Debí haberte escuchado, o al menos haberte dejado hablar.

- Bueno, ahora estás aquí... Aunque es un poco confuso, porque yo te vi irte...

- Es una larga historia, pero se puede resumir. - Luisita bajó los ojos a sus labios, esos labios, no había dejado de retener su sabor en su mente en ningún momento desde la última vez que los había podido saborear. - Me fui para pensar y me di cuenta de que no quería estar sin ti, dios... Todo me recordaba a ti... Solo pensaba que ojalá estuvieras allí, a mi lado. 

- Me alegro de que estés aquí. Yo tampoco puedo dejar de pensarte. - Dudó por un momento que decir, le venían tantas cosas a la cabeza - Pero creo que tenemos una conversación pendiente. - Luisita asintió sonriendo.

Amelia se relamía mirándola, dejó caer sus dedos por los labios de la rubia. Estaba tan guapa, su tacto se sentía tan suave... Tan bien. Se quedaron mirándose como si estuvieran solas, pese al jaleo de fondo e incluso recibir algún golpe involuntario de la gente que pasaba por su lado.

- ¡Meliii! ¡Ha sido genial! - Aparecía Natalia, metiéndose en sus brazos separando a la rubia de su lado.

Luisita se quedó parada, contemplando el abrazo. Por un momento la inseguridad que había tenido todo el día se apoderaba de ella, sintió un impulso de meterse ella en medio y separarlas, pero se negó a si misma en sus pensamientos e intentó relajar su ímpetu.

Se giró buscando a Sara, pero la vio muy entretenida hablando con la camarera. Entonces, un brazo agarró su hombro, era la pelirroja, su aliento olía a alcohol.

- Oye rubita... Quería pedirte perdón. Te pido una tregua, sé que no quieres escucharme, pero en todos los años que conozco a Meli nunca la había visto tan mal como cuando te fuiste... Yo... Sobrepasé los límites. -La mirada atenta de Amelia contemplaba la escena, suplicando que la escuchara. - No tenía que haberlo dicho, te prometo que ella me dejó claras las cosas, lo que pasa es que Amelia es... Bueno, que te voy a contar, la chica perfecta, y es muy difícil dejarla marchar, pero estoy aprendiendo a verla como una amiga.

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