Capítulo 2

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Entro en la sede de la protectora, ataviada con mi camiseta y mi bufanda del West Ham United, lista para ver el partido que empieza en menos de media hora. Llevo esperando este diecinueve de septiembre desde que llegué a Londres. El primer partido que voy a poder en vivo en el estadio. En realidad, ya debería estar en el metro camino del London Stadium pero Meredith me ha pedido, suplicado más bien, que viniese ya que ella no podía y tiene que venir alguien a por una carpeta súper importante que ha dejado en la mesa de su despacho.

Mientras espero salgo del despacho para echar un vistazo a Stormy, la pequeña gatita gris que llegó hace poco más de dos semanas, la encontré en la puerta el día que vine a ver a Meredith para firmar el contrato de la casa, creo que por eso me he encariñado tanto con ella. Es como mi alma gemela gatuna. Gracias a ella mi casera ni siquiera tuvo que insistirme para que colaborara con ella, me ofrecí yo para ser voluntaria.

***

Sentada en el suelo con Stormy ronroneando entre mis piernas miro la hora por tercera vez. Son las dos menos cinco y el partido empieza a las dos, ya es totalmente imposible que llegue a tiempo para verlo empezar ni aunque coja un taxi.

Llamo a Meredith. Contesta al tercer tono

—Hola cariño ¿Qué pasa?

—Llevo aquí casi media hora y no ha venido nadie. Me voy a ir —digo enfadada.

— ¿No ha ido? Qué raro con lo responsable que es siempre. No te vayas por favor —suplica la mujer.

—Lo siento Meredith, pero no puedo perder más tiempo, sabes que tenía que estar en otro sitio

—Déjame que lo llame al menos para ver que ha pasado, por favor – me interrumpe

—Cinco minutos, si en cinco minutos no ha venido o me has llamado de vuelta me voy.

—Muchas gracias Andrea, eres la mejor. Veras como la espera merece la pena.

Me cuelga el teléfono. Le rasco entre las orejas a la gatita que se ha levantado y ahora da vueltas a mi alrededor consciente de mi nerviosismo.

Me pongo en pie al oír unos golpes en la puerta. De camino cojo mi sudadera y la carpeta para que no tenga que entrar y no perder más tiempo.

Abro la puerta mientras me paso la sudadera por la cabeza.

—Llegas tarde —digo, la sudadera se me ha quedado atrapada en la coleta así que no veo a la persona a la que acabo de abrir.

—Lo siento —dice. Su inglés es bueno pero tiene un acento extraño —he tenido un problema.

Por fin me acabo de vestir y puedo ver a mi interlocutor. Se me queda la boca abierta.

—Eres...

—Sí, Kai Havertz —sigue la frase por mí, con una media sonrisa.

—Un maldito impuntual, es lo que iba a decir —miento. No me ha gustado esa carita de suficiencia.

Su rostro se vuelve serio de nuevo.

—Ya te he dicho que he tenido un problema.

—No me interesa.

—Oye, lo siento si tenías que estar en otro sitio —mira mi bufanda aún visible —, no quería hacerte llegar tarde. Meredith no me avisó.

—Ya. Toma —le tiendo la carpeta de manera brusca.

—Gracias —duda —. Tengo un coche esperando, puedo llevarte a donde quieras ir. Para compensarte.

La Camiseta | Kai Havertz |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora