Capítuo 11

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Me tapo la cabeza con la almohada suspirando. El despertador taladra mis tímpanos y el estridente sonido está provocando que mis sienes vayan a explotar.

Que alguien me explique por qué me pareció buena idea salir anoche y, lo que es peor, beberme medio bar sabiendo que hoy tengo que ir a trabajar.

El ruido no cesa. Suelto un grito ahogado por la almohada y me levanto a apagar el despertador.

Bajo las escaleras mientras me acabo de atar la coleta.

- ¿Cómo nos hemos levantado hoy? -Dice Lidia animadamente cuando entro al salón. Ella ya está sentada tomando su café.

Gruño como única respuesta. No entiendo su alegría mañanera constante y sus ganas de charlar. Y menos hoy, anoche bebió lo mismo que yo o más y está fresca como una lechuga mientras yo solo quiero volver a la cama y dormir hasta mañana.

***

La jornada laboral es un infierno. Cuando el reloj da las doce salgo prácticamente corriendo del recinto escolar.

El trayecto en metro hasta la protectora de animales tampoco es excesivamente agradable. ¿Le ha dado hoy a todo Londres por gritar o es mi cabeza? Probablemente sea mi resaca. Sin embargo prefiero fulminar con la mirada a todo aquel que habla a un volumen excesivamente alto para mi gusto.

-Traes cara de cansada -saluda Meredith. Y yo que creía que había hecho un trabajo espléndido con mi maquillaje.

Gran recibimiento de mi querida casera cuando ni siquiera he acabado de dejar mis cosas en el perchero. Espero que el de los perros sea mejor por que sino puede que hoy salga de aquí con un bocado en la cara.

-Buenos días Meredith. Mi fin de semana bien. Gracias por preguntar ¿Y el tuyo? Espero que haya sido espléndido y que Michael te haya acompañado a esa exposición que tanto te apetecía ver.

-De nada. Sabes que siempre me preocupo por tu felicidad -Meredith se ríe -Y por supuesto que Michael me acompañó es un hombre muy complaciente. No llevaríamos cuarenta años casados si no lo fuera.

-Seguro que también por su paciencia -finjo una tos que disimule mis palabras.

- ¡Te he oído jovencita!

-Si no he dicho nada -la miro con ojos de inocencia.

El recibimiento de los animales es, por suerte, el mejor del mundo. Rabitos al viento y muchos achuchones perrunos que me hacen conseguir buen humor y energía para seguir afrontando el día.

Le pongo la correa a Damon, el mestizo de Cocker Spaniel que llegó al refugio la semana pasada. Es un adulto y todavía no se ha adaptado a vivir aquí con otros perros y sin las comodidades de una casa y el cariño de una familia. Mientras su familia ideal llega, que deseo que sea pronto, me lo voy a llevar a dar un paseo.

-Ve a Bishops park. Es lo que está más cerca y tiene pinta de que va a llover. -Me aconseja Meredith.

-Si está soleado.

Meredith me dirige una mirada severa.

-No lleves la contraria sobre el tiempo a una anciana que lleva toda su vida viviendo en esta ciudad.

El sendero por el que paseamos está bastante concurrido para ser lunes. Damon tira para intentar oler a los perros que se cruzan con nosotros.

Caminando en dirección opuesta se acerca una silueta conocida. ¿Que hace aquí? este no es el parque donde me lo encontré la otra vez.

Miro en todas direcciones buscando posibles vías de escape. No puedo enfrentarme a él hoy después del no beso de anoche.

-Hola -saluda Kai moviendo la mano, sin haber llegado todavía a mi posición.

La Camiseta | Kai Havertz |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora