Capítulo 20

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Mañana me voy. Vuelvo a España antes de lo previsto, pero por un motivo mucho mejor. Estoy cumpliendo mis sueños.

Despedirme del colegio ha sido duro, mis niños no querían que me fuera y me ha roto el corazón abandonarlos, sé lo que se siente cuando personas importantes para tí deciden dejarte de un día para otro, pero lo superarán. Al final del día solo era una profesora que les caía bien, cuando lleven unos meses con quien me vaya a sustituir no seré más que un vago recuerdo en sus vidas.

Las despedidas más difíciles aún están por llegar. Lidia se ha empeñado en hacerme una fiesta de despedida. Así que ahora me encuentro acabando de aplicar un pintalabios rojo en mis labios. No me he maquillado nada más porque sé que esta noche va a acabar en llanto, es innecesario que acabe en catástrofe además.

No voy a negar que preferiría estar acurrucada entre las sabanas sola, pero también sé que sería egoísta irme sin demostrarles de alguna manera a estas personas que me importan, que dejarlas no va a ser fácil, y que se han convertido en verdaderos amigos para mi, cosa que hace unos meses me parecía impensable.

Llegué a la ciudad dispuesta a cambiar mi vida pero con miedo a abrirme a nuevas personas, a dejar que volvieran a herirme como lo hicieron otras en el pasado, pero ha sido imposible con ellos. Han conseguido que cada barrera que había levantado callese, que la chica que no quería hablar de su vida acabase sentada en el sofá de casa contándole a Lidia y Ava cada ínfimo detalle de su vida y preocupaciones. Que dos idiotas que han decidido llamarme Jordan hagan que me muerda las uñas y sufra cada vez que un club de fútbol que detestaba juega un partido y salte como una loca a celebrar los goles de un espigado alemán que hace que todo mi cuerpo vibre con solo una mirada.

E incluso que un refunfuñón y malhumorado chaval, no diré que su carácter se parece al mío, y su hermano se han colado en mi corazón, con sus raras bromas inglesas y su gusto por comida repugnante que me han hecho probar en demasiadas ocasiones.

Entre todos han hecho que sienta Londres como un hogar, esta vez no me voy huyendo, como hacía cuando llegué, huir de un hogar que se había convertido en una cárcel. Esta vez me voy en busca de mis sueños pero sabiendo que dejo un lugar al que vale la pena regresar.

***

La fiesta ha sido, se podría decir, poco festiva. Ha habido más llantos que risas y más abrazos tristes que bailes.

Jhon y Peter me han regalado una placa con el nombre y la dirección del estadio, en lo que pretendía ser un regalo gracioso y ha acabado con Ava estallando en lágrimas porque va a tener que volver a ir sola con ellos dos al campo.

Aún así no quiero que acabe, es la peor fiesta en la que he estado, pero si nos vamos a casa me tendré que despedir de Kai y no quiero hacerlo.

Llevo toda la noche intentando por todos los medios impedir que mis amigos se vayan a sus casa, me he inventado no se cuantas excusas por las que debían quedarse un rato más y como es mi fiesta de despedida han aceptado, pero ya se están revelando y estoy viendo el final demasiado cerca.

—Nosotros nos vamos ya —Lidia agarra la mano de Mason —. Avísanos cuando aterrices, por favor. —Me envuelven en el enésimo y último abrazo.

Lo único que les pedí fue que me dejaran ir sola al aeropuerto y, después de muchas protestas, todos acabaron por aceptar.

—Pero...

—Pero nada —Me interrumpe Lidia —. Nadie se lo está pasando bien, incluida tu, y todos queremos irnos a casa.

Cierro la boca resignada, es raro, yo sin protestar, pero tiene razón, no puedo seguir alargando está agonía.

Mis amigos se van despidiendo de mí uno a uno, abrazándome y dándome ánimos y sus mejores deseos, hasta que finalmente solo quedamos dos. Kai y yo.

La Camiseta | Kai Havertz |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora