XIV

42 5 3
                                    

Valeria.

Nos fuimos a casa una vez que el doctor a mi cargo me explicó que la pérdida de conocimiento que sufrí había sido a causa de los vómitos profusos que me provocó el malestar de embarazo y que fueron potenciados por el remedio que mamá había hecho para mí, quien por cierto, durante el camino a casa se mantuvo pidiéndome disculpas. Daniel, que iba a mi lado en los asientos traseros, me sostuvo la mano todo el tiempo dejando caricias sutiles con sus dedos en el dorso de la misma, lo cual me pareció demasiado tierno e hizo que mi corazón se revolviera inquieto en mi caja torácica. Nunca pensé que en esta vida estuviera destinada a conocer un sentimiento como el que experimentaba cuando estaba cerca de él, por eso en ocasiones se siente como algo ficticio, como si estuviera dentro de una burbuja que en cualquier momento pudiera estar a punto de estallar.

-¿Te sientes bien, chica libertad?

Sonreí levemente para él y asentí.

-Gracias por estar aquí, Dani, por haber venido, por no quedarte en Valencia cuando estábamos hablando al celular y yo te contaba todo lo que estaba sucediendo.

-Eh, no me agradezcas, nena. Si sirve de algo estaba conduciendo hacia acá mientras hablaba contigo, por eso llegué tan rápido. Cuando supe que habías perdido el conocimiento me preocupé demasiado, Val. Nunca había sentido algo similar.

-Estamos iguales, entonces. –me acerqué para besarlo. Él me correspondió encantado. Mamá carraspeó desde el asiento de conductor. Me separé un poco apretando los labios para no reír como una adolescente que había sido pillada haciendo travesuras en su habitación. Dani se mordió el labio inferior mientras miraba los míos y luego cambiaba su atención hasta mis ojos.

-¿Ustedes están en una relación ahora? Porque el chico no me ha pedido mi aprobación, Valeria León.

Resoplé.

-¿Cuántos años tengo, señora María? ¿Quince? ¿Dieciséis?

-Lamento mucho haberme lanzado a besar a su hermosa hija sin antes pedir su aprobación para que fuera mi novia, señora. Pero es que aún no se lo he pedido a ella, ya sabe, y quiero que sea un recuerdo memorable.

Mamá emitió un chillido. Mi corazón dio una voltereta triple en mi pecho.

-¡Este sí que es un caballero, Valeria! Como quieras, tesoro. –se dirigió a Daniel- Pero sólo asegúrate de no lastimarla.

Algo inexplicable cruzó el rostro de Daniel antes de que asintiera y respondiera a la petición de mamá. No sabría deciros, pero olvidé ese pequeño detalle en cuanto escuché las palabras que salieron de su boca.

-Por encima de mi cadáver, señora González. Valeria es la luz que necesitaba en este preciso momento de mi vida en el que todo parece estar de cabeza. Y las personas como ella sólo merecen amor.

Suspiré y rodé sobre mi trasero para poder quedar más cerca de él al punto en el que me fuera posible apoyar la cabeza sobre su hombro. Dani besó mi coronilla y en un susurro, me dijo: -Te amo, preciosa, y te juro que haré todo lo que esté en mis manos para que mientras estemos juntos, te sientas como la mujer más afortunada sobre la faz de la Tierra, aunque en este caso el jodido afortunado sea yo.

Mordí mi labio inferior para suprimir los deseos de besarlo otra vez y de que esta vez no fuera sólo un beso. Quería ir más allá. Mi cuerpo me lo pedía a gritos, mi alma me lo imploraba temblorosa. Os juro que nunca había sido el vehículo de un sentimiento tan intenso como el que me embarga cuando estoy cerca de este hombre que al parecer desde nuestra charla en el hospital, se ha convertido en mi novio.

Padre por accidente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora