XII

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Valeria.

Al día siguiente amanecí un poco resfriada y con el buen humor en el fondo del saco. Sabía que así no me permitirían entrar al colegio a dar mis clases de hoy, así que llamé a la directora para notificarle que me encontraba un poco indispuesta. Ella no tuvo problema con eso pues a raíz de la pandemia una de las medidas principales del colegio era precisamente que no se le permitía el ingreso a la institución a ningún docente ni alumno que presentara síntomas respiratorios, por eso, luego de hacerme un test rápido y confirmar que efectivamente sólo era un resfriado preparé mi equipaje aprovechando que es viernes con el objetivo de pasar todo el fin de semana en casa con mis papás, si es que no me echan cuando les cuente que estoy esperando un bebé que no ha sido concebido por el método tradicional. Mis padres son católicos y además, son demasiado conservadores. Ellos creen en que la felicidad se cultiva en una familia tradicional en la que el padre es el que trae el dinero a la casa y la madre, aunque trabaje, es la que se dedique a cuidar a los hijos que fueron engendrados en matrimonio y a las labores del hogar. No os imaginéis tampoco a un par de trogloditas envueltos en las costumbres del siglo pasado que visten como una monja y un cura, sobre todo porque no lo son: mamá tiene un buen gusto para la moda, aunque prefiera ir casi siempre lo más recatada posible elige prendas que le sientan bien, al igual que papá. A pesar de sus costumbres un poco arcaicas, tienen una bonita relación, se tratan bien y se cuidan mutuamente. Cuando vivía con ellos trabajaban juntos en una escuelita pública que no estaba muy lejos de casa. Últimamente las cosas han cambiado en ese aspecto ya que hace algún tiempo, después de su última visita a mi casa, me llamaron para contarme que comenzarían a trabajar en un colegio privado en el corazón de Madrid lo que hizo que me alegrara mucho por ellos, por supuesto, eso significaba que sus ingresos mejorarían considerablemente y que dentro de algunos años, podrían retirarse con una buena pensión. Volviendo al tema que me preocupa realmente, no les he contado que terminé con David, así que debido a los dos asuntos importantes que tenemos que tratar, no estoy muy segura de que se lo tomen bien. Pensando en eso decido no llevarme tanto equipaje, ya que probablemente deba regresar a casa un poco antes de que termine el fin de semana.

Cuando ya tengo todo listo, desbloqueo mi celular para escribirle a Daniel que estoy a punto de salir de casa ya que ayer mientras hablábamos por chat antes de irnos a dormir prometí hacerlo y también prometí avisarle cuando llegara a Madrid. Algo se agita en mi interior mientras tecleo el mensaje. Soy consciente de que Daniel y yo no sólo somos amigos, él también lo sabe; dos simples amigos no se miran de la manera en la que nosotros nos miramos, tampoco se besan con tanto deseo como lo hemos hecho nosotros, ni se miran a los labios mientras el otro habla y no pueden hacer otra cosa más que disimular que no están desando con todas sus ganas comerse la boca a besos. No, los simples amigos no se comportan así. Creo que Daniel es un regalo que el destino o lo que sea que nos gobierne ha puesto en mi camino, y pienso aprovecharlo por todo el tiempo que me sea permitido hacerlo, o hasta que él en algún punto necesite salir corriendo cuando descubra que estar con una mujer embarazada no es tan fácil porque la maternidad es mucho más que los anuncios que salen en la televisión para vender productos en desuso o que las historias perfectamente estructuradas que salen en las películas de Hollywood; la maternidad es saber que cometerás errores, que tendrás náuseas a más no poder, que el sueño se volverá un verdadero lujo que sólo podrás darte a ratos pero que por encima de eso, tendrás a un pequeño ser que dependerá completamente de ti y que amarás con cada fragmento de tu ser. Daniel nunca será mi prioridad y verdaderamente no sé si él es completamente consciente de eso. Espero que lo sea porque me gusta mucho.

Él responde a mi mensaje casi instantáneamente.

D: Que tengas un buen viaje, chica libertad. Ya sabes, si la cosa se pone fea, tu súper Daniel está a sólo una llamada y un par de letras.

Padre por accidente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora