3 Reflexiones

1 0 0
                                    

Tumbada de lado y aferrada al cuchillo carnicero que consiguió en la sección de carnicería, Brenda no podía dormir. No dejaba de darle vueltas a lo ocurrido aquel día. Si no hubiese tomado la decisión de salir de casa ahora estarían a salvo en sus camas... pero ¿por cuánto tiempo? Apenas les quedaban suministros y habrían muerto de hambre si no se atrevían a salir. Ocultó un sollozo y le vino a la mente la imagen de aquellos monstruos, tan nítida como hacía un par de horas. Los mató ella, sin ayuda de nadie. Bueno, puede que al final necesitase que su hermano la salvara, pero gran parte era mérito suyo. De ella. De la inútil y floja de Brenda. Es cierto eso que dicen. No te conoces del todo hasta que pasas por situaciones de verdadero peligro. Solo tienes dos opciones: o te cagas de miedo o le echas cojones. Ella había optado por lo segundo.


Brenda se tenía por una chica cobarde a sus veintitrés años. Siempre había huido de los problemas y evitaba las discusiones por miedo a las consecuencias. Era una chica feliz, con un trabajo a media jornada en una cafetería que le facilitaba sus estudios de empresariales. Tenía a sus amigas, unos padres que la adoraban y un hermano que la protegía. Pero ahora la fuerte, la valiente, resultaba que era ella. El miedo y las ganas de vivir sacaron su parte luchadora de lo más profundo de su ser y, aunque estaba aterrada, el miedo no la paralizó. Eran los muertos o ella y ver a su hermano en el suelo, siendo acechado por una muerte lenta y dolorosa, la llenó de valor. Se sentía orgullosa de saber que no era una carga para Áxel. Sabía que lo conseguirían, igual que sabía que su hermano necesitaría de su valor para no volver a bloquearse. Tenía que ser fuerte por los dos. Pero estaban juntos. Lo conseguirían.


Con la vista clavada en el techo del almacén, Áxel tampoco podía dormir. Debían ser cerca de las dos de la madrugada y no dejaba de darle vueltas al día tan horrible que habían tenido. El muerto de la farmacia con ese hedor a podredumbre que aún tenía metido en la nariz, las calles desiertas con la evidencia de que en cada una de ellas los muertos habían tomado el control, el recuerdo y la sensación de haber estado a punto de morir... tenía miedo de ser una carga. Sí, había acabado con dos de esas cosas en el callejón, pero había sido pura suerte. Todavía no se explicaba como seguía vivo después de aquello.


Al primero lo mató porque al caer sobre él, se le clavó el cuchillo en la cabeza al poner el brazo para protegerse de forma instintiva, como el que pone las manos por delante en una caída rezando para no partirse los dientes. Respecto al segundo zombi... ¡joder, a ese ni siquiera le apuntó! Claro que eso era algo que su hermana nunca sabría si podía evitarlo. Si Brenda se enteraba que disparó sin siquiera apuntar y muerto de pánico, siendo consciente que podría fallar y reventarle la cabeza de un tiro, le iba a caer una buena. Pero su hermana era demasiado buena y optó por tranquilizarlo en ese momento de pánico absoluto, a pesar de que en su rostro se reflejaba la viva imagen del miedo.


Verla allí, tan serena y valiente mientras le hablaba de aquel modo tan convincente, le infundió valor para enfrentarse a cualquier cosa a partir de ese momento. En esos momentos la adultaresponsable estaba siendo ella. Áxel tenía claro que debía cambiar si no quería ser una carga.


Ya no sería nunca más el chico creído con aires de grandeza y que creía que el mundo le pertenecía. Nunca más sería aquel que había tratado a los demás como si fueran menos que él. La vida le había dado una lección y de las gordas. Le había tirado de un avión, no le había dado ni paracaídas y le tocaba decidir lo que quería. Podía luchar como un valiente o resignarse y morir como un cobarde. Había llegado el momento de ser humilde, valiente y, sobre todo, estar dispuesto a conseguir sobrevivir fuera cual fuese el esfuerzo. Con Brenda a su lado lo conseguiría, haría que su padre, estuviera donde estuviese, se sintiera orgulloso de él.

No iba a ser nunca más una carga.


El resurgirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora