10 Nuevos comienzos

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Lucía se despertó cuando el sol se ocultaba detrás de las montañas. Aún quedaba algún resquicio de luz y se vio rodeada de vegetación mirase por donde mirase. Los árboles estaban cubiertos de nieve y se podía apreciar el olor a hojas mojadas por la humedad del aire. Era agradable sentir ese frescor después de tanto tiempo. El coche se zarandeaba muchísimo por la cantidad de baches y socavones que el paso del tiempo había dejado en la grava del camino. Intuyó que habrían dejado atrás el desvío y que estaban en la carretera secundaria que les llevaría directos a su destino. La voz de Brenda la sacó de su ensoñación.


- Ey, hola. Por fin te despiertas.- Umm...si, estaba agotada. - bostezó y se estiró todo lo que las dimensiones del coche lepermitían. - ¿Cuánto he dormido?- Diría que una hora, más o menos. Hace un rato pasamos el Pont de Suert. Yo queríadespertarte para que lo vieses, ¡es precioso, todo nevado! Pero Áxel no me dejó.- Entonces debe faltar poco. ¡Que ganas tengo de ver a Aina!- Tenemos que ir con cuidado, no sabemos si seguirán vivos, o si esa gente es tan buenacomo te contó tu amiga. Mira los chalados de la gasolinera sino.

A Lucía le traspasó un escalofrío por la columna.

- No me lo recuerdes... joder, que asco daban todos. Gracias por ayudarme, no sé lo quehabría podido hacerme...- De eso nada, no vas a agradecerme el haberte quitado a ese cerdo de encima. No iba apermitir que os hiciesen daño a ninguna. Antes muerto.


Se creó un silencio en el que todos, cada uno a su manera, imaginaron un final muy distinto de lo vivido en aquella aldea fantasma. Por suerte consiguieron salir sin grandes daños y habían acabado con uno de ellos. Ni siquiera se les pasaba por la cabeza que pudiesen seguirlos con aquel frío, y mucho menos cuando estaban todos emparejados y aparentemente felices en su nuevo y perverso mundo.


- Chicas, acabo de caer en una cosa.


Lo dijo con un optimismo tan repentino que las desconcertó.


- ¿Por qué estás tan contento? Acabas de matar a un tío y estamos congelados. Tendríamosque haber pillado más mantas, casi ni me siento las manos.- Estoy contento porque casi es Navidad. ¡Vamos! Llevo la cuenta de los días y dentro de dosentramos en Diciembre.- ¡No me jodas! El mundo se va tomar por culo y tu te pones a pensar en Santa y los renos.- Oye, estamos vivos. Estamos viviendo una aventura y con suerte vamos a sobrevivir. ¡Ojalános dejen decorar los árboles!- Si, con orejas de muerto.- Mejor con ojos, así hay un toque de color.- Hostia, ¡eres un asqueroso! De verdad, estás enfermo.


Rieron un buen rato pensando en mil formas de decorar el árbol en un mundo como aquel. Pasada media hora empezaron a ver carteles que les indicaban que Irgo estaba a 5km. Brenda redujo la velocidad. La tensión se podía cortar con un cuchillo. No sabían lo que les esperaba en aquella fortaleza perdida en el fin del mundo. Los minutos pasaban tan lentos que parecían horas. Lucía estaba nerviosa. ¿Encontraría a Aina?¿Sería aquel refugio tan seguro como se lo habían pintado? No podía pensar en otra cosa que en Hugo. Lo echaba de menos todos los días. No había un momento en el que no recordase su sonrisa, las miradas y esas conversaciones insustanciales que duraban horas, hablando y riendo de todo y nada. Lo había querido tanto y había sido una relación tan bonita que sabía que iba a costarle horrores poder retomar algo con alguien.


Vieron unas barreras metálicas que cortaban el camino, lo suficientemente altas para que ninguna persona, viva o muerta, pasara por encima sin dolor. Detrás había un grupo de militares, todos cargados con metralletas y enfundados en uniformes térmicos para resistir las horas de vigilia a la intemperie. Nada más verlos, gritaron algo que no llegaron a entender y se pusieron en formación defensiva. Brenda frenó y paró el motor.


- ¡Salid del coche despacio!


Abrieron las puertas con cuidado y, uno por uno, salieron al frío de la montaña con los brazos enalto. Habría por lo menos unos treinta militares, hombres y mujeres armados que se dedicaban a proteger a los civiles. Dos de ellos se acercaron despacio con los fusiles en alto, a la defensiva. Había desconfianza por los forasteros, ¿serían buenas personas?¿venían solos?¿cómo les habíanencontrado? Hacía semanas que no llegaban supervivientes, y sabían de buena mano que lamayoría estaban muertos o locos. ¿Quién era esta gente? Entonces la mujer, por alguna extrañarazón, paró en seco y le hizo una leve señal a su acompañante, que la miró sin comprender. Noquitaba la vista de los recién llegados y su expresión era de sorpresa, desconcierto y...¿alegría? Bajó el arma y la tiró al suelo.


- Pensaba que estabas muerta.- ¿Aina?La mujer se llevó la mano a la cara y retiró la bufanda que le cubría la mitad de la cara. Estaballorando y sonreía. Lucía no podía creerlo. Su mejor amiga, la gran amante de la paz y la quedespreciaba las armas por encima de todo, estaba vestida de militar y armada hasta los dientes.Corrió hasta ella y se fundieron en un abrazo interminable en el que, sin palabras, se decían lomucho que se habían echado de menos. Lloraron y rieron mientras a su alrededor todos seacercaban a socorrer a los dos hermanos, que se abrazaban para darse calor y consuelo. Todo había terminado. No sabían lo que les depararía el futuro, si los muertos volverían a su estado original algún día o seguirían vagando eternamente por un mundo que ya no pertenecía a nadie. Solo sabían que estaban a salvo y que resistirían, en aquella pequeña comunidad llena de esperanza.

El resurgirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora