1. Infierno en la Tierra

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20 de octubre de 2017Hospital Universitari de Bellvitge. 19:00h.

Rubén le dio la última calada a su cigarrillo, lo apagó en el cenicero de la entrada de urgencias ymiró el pequeño parque que tenía delante. Había un par de árboles grandes cuyas ramas, repletas de hojas, inundaban todo el césped de sombra. Bajo el árbol había un par de chicas vestidas con batas blancas, sujetando un café cada una y estudiando de un libro de segundo de medicina. Junto al hospital se encontraba la Facultad de Medicina de la UB, una de las más importantes de Cataluña.

Sentados en los bancos repartidos por el parque pudo ver a varios pacientes con sus familias disfrutando de los cálidos rayos de sol del atardecer. Para estar en octubre llevaban una semana de sol y temperaturas altas, lo que invitaba a dar paseos a cualquier hora del día. Miró su reloj y suspiró al ver que su descanso terminaba. Apenas un cigarro fumado a rápidas caladas y un café bebido de un solo trago. Desventajas de trabajar en el servicio de urgencias, no podías parar ni para rascarte. ¡Qué ganas tenía de hacer unos largos en la piscina municipal! Giró sobre sí mismo y cruzó las grandes puertas correderas que lo llevaban a los largos y laberínticos pasillos de urgencias. A su paso veía un montón de personas sentadas desde hacía horas, esperando que su nombre sonara por los altavoces. Otros esperaban de pie, apoyados en las paredes de la sala y dando resoplidos de impaciencia o quejándose por querer ser los primeros en ser atendidos. Sin darse cuenta había llegado junto a la recepcionista, que en aquel momento intentaba hacerse escuchar por un grupo bastante grande de personas que exigían pasar a la consulta. Era una mujer de unos cincuenta años muy guapa, con grandes gafas de pasta negra que le daban un toque intelectual y cabello rizado y rubio que llevaba suelto hasta los hombros. Pasaron unos minutos hasta que consiguió deshacerse de los alborotadores y sonrió a Rubén mientras daba golpecitos en la mesa con su manicura perfecta color mostaza.

- ¡Rubén, corazón! Cambia esa cara, que ya te queda poquito para plegar. ¿Qué plan tienes para el finde?

- Poca cosa... entrenar un poco y verme unas pelis en casa.

- Hay que ver, con lo joven que eres y siempre encerrado... ¡vente a la cena del sábado!Salimos unos cuantos del curro y nos iremos a bailar por ahí después. Creo que vendrá Mara, esa chica tan mona de trauma, la morena con los ojos azules.

- Joder Charo, yo estaré amargado pero tú pareces la cotilla del pueblo, ¡lo que te gusta el salseo! - la recepcionista rió encogiéndose de hombros. - Has intentado liarme con la mitad del hospital y yo no estoy para esas cosas ahora mismo. -La mujer lo miró con ojitos. - Iré, pero nada de liarme para quedarme a solas con ella, que te conozco.

- A veces pienso que eres de Marte. Tendré que intentar liarte con los enfermeros, hay un par que están buenísimos... o a lo mejor es que estás enamorado de esta rubia imponente. -comentó pícara.

Rubén no pudo evitar soltar una carcajada.

- ¡No tienes peligro tú! Anda, dime si hay alguna urgencia que Ricardo me mata como tarde mucho más.

Charo hizo un mohín, buscó en el ordenador lo que Rubén le había pedido y al cabo de un momento ya lo había encontrado.

- Hace cinco minutos ha ingresado una chica. Eres el único enfermero libre ahora mismo así que te la paso a ti. Veamos... chica de veintiún años acompañada por su pareja... presenta contusiones y mordiscos en el cuello y los brazos... vaya, seguro que le habrá mordido algún perro. Está en el Box 11.

- Bueno, será algo sencillo si son unas curas, ahora nos vemos y...

Antes de que pudiera terminar la frase, se escucharon unos gritos provenientes del pasillo que conducía a los Box de urgencias. A Charo le cambió la expresión de la cara.

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