11. Epílogo

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Irgo. Diez años después

Una niña de siete años apilaba hojas secas y palos rotos para después unirlos y crear dibujos en el suelo. Llevaba toda la mañana dando vueltas por la aldea, intentando jugar con algún gato que encontraba en la plaza, buscando nidos de pájaros para ver si ya había salido alguno de su cascarón, corriendo por las calles sin sentido. Estaba aburrida porque los mayores no la dejaban participar en sus juegos.
Cada mañana antes de salir el sol, veía a sus padres salir por la puerta cargados con mochilas y cuchillos y a ella la dejaban a cargo de su tía Aina hasta que volvían a la caída del sol cargados de comida o cualquier otra cosa que encontraban en sus excursiones. No iban solos. Había escuchado decir a Gael, uno de los niños del pueblo, que siempre salían con grupos de soldados y otra gente de Irgo, pero a ella no la dejaban mirar. Le habían contado que cazaban animales para poder comer y que a veces mataban a algún espectro de aquellos.
Ella nunca había visto uno, pero su madre le aseguraba que eran seres aterradores que comían carne humana y que por eso estaban escondidos dentro de los muros de aquel lugar. Le contó que cuando llegaron apenas eran unas pocas personas, pero en sus expediciones fueron recogiendo supervivientes hasta crear aquella comunidad de doscientas almas. Crearon huertos y un día decidieron cercar el pueblo para evitar que los muertos los sorprendieran durmiendo. A quinientos metros del pueblo instalaron una alambrada con torres de vigilancia que bordeaba toda la zona, dejando a los habitantes de la montaña a salvo dentro de los límites de la cerca. Estaba prohibido salir sin autorización y por lo general solo lo hacían los grupos de recolectores y las expediciones exterminadoras.
- Altea ¡por fin! Llevo toda la mañana buscándote, ¡hay trabajo que hacer!
Altea dejó su juego con un suspiro de resignación, se quitó la tierra de una de las mangas de la chaqueta y fue donde su tía.
- Odio el huerto, es aburrido... yo lo que quiero es ser exploradora, como mamá y la tía Brenda.


- Ya hemos hablado de eso mil veces Altea, eres muy pequeña y es un trabajo muy peligroso. Hablaremos de ello cuando seas mayor, pero de momento eres ayudante en el huerto.
Altea agachó la cabeza y caminó al lado de su tía en silencio hasta que llegaron a los campos de cultivos donde ya había muchos trabajando. Aquel año había llovido mucho y apenas habían tenido problemas con los zombies. Parecía que cada año que pasaba les era más fácil destruirlos. A Aina le gustaba aquel nuevo mundo, donde todos se conocían y compartían los suministros porque cada uno aportaba algo al grupo: el que no cazaba, cultivaba, otros cocinaban, a los niños se les daba clase de supervivencia y primeros auxilios además de lo básico que debían aprender como leer, escribir, ciencias, matemáticas y todas las materias importantes para entender el mundo.
Habían destruido un mundo superficial en el que nadie se conocía más allá de una pantalla de teléfono, no sabían lo que opinaba el de al lado ni se preocupaban por conocer a los demás. El cambio no era tan malo. Si, habían tenido que morir millones de personas, porque habían comprobado que apenas quedaban una veintena de asentamientos en todo el país y no sabían lo que quedaba en el resto del mundo, pero habían ganado en humanidad, ahora eran mucho más amables y se ayudaban por un bien común.
Aina miró a aquella niña con esperanza. Altea era hija de su mejor amiga y de Áxel, aquel chico lleno de miedos que la acompañaba cuando llegaron aquel primer invierno cuando todo empezó. Con los meses y los años fueron aprendiendo a sobrevivir y entre risas y expediciones, Lucía y Áxel se enamoraron sin darse cuenta. Tres años después nació aquella pequeña que había heredado el carácter aventurero de sus padres y ahora, siete años después, les pedía a todos salir a explorar mundo porque se aburría plantando tomates. Pronto empezarían a entrenarla y a los dieciséis la iniciarían en los recolectores. El puesto en la brigada de exterminio, en la que estaban Lucía y Áxel, se lo tendría que ganar, pero Aina estaba segura de que algún día esa niña sucedería a sus padres.





FIN


Si has llegado hasta aquí ♥ MUCHAS GRACIAS ♥  de verdad.

Espero que te haya gustado esta historia. Puede que no sea original, que sea otra historia más de zombis porque el género está muy gastado, pero aquí la tenéis. 

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Pronto nos leemos con más proyectos ^^

El resurgirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora