Los sentimientos de Zen

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— Buenos días príncipe Zen, puede pintar en el lienzo cualquier cosa de su preferencia. — Dijo el maestro real al comenzar la clase.

— ¿Cualquier cosa?

— Efectivamente Alteza, pinte lo que usted quiera.

El pequeño príncipe con mucha ilusión tomó el caballete y estando frente al lienzo seleccionó las pinturas para realizar su obra de arte, poniéndole mucha dedicación y esfuerzo a su pintura.

Como el segundo hijo del Rey, Zen tomaba muy en serio el papel de príncipe, y aunque era sólo un niño, se demandaba a sí mismo un nivel de excelencia elevado en casi todo lo que hacía.

Después de una hora,  el maestro tenía curiosidad por  saber de qué se trataba la obra de Zen.

— Alteza ya queda poco tiempo, ¿puedo saber  en qué ha basado su pintura?

— He pintado a mis padres, El Rey William y la Reina Magna.

— Ohhh, entonces debe ser una gran pintura, permítame verla por favor.

Mientras el maestro se acercaba, tenía la expectativa de mirar un retrato imperfecto de los  grandes Reyes, pero,  para su sorpresa, el príncipe había hecho una pintura digna de reflexión, retrató la silueta de su madre como el sol y la de su padre como la luna.

— Alteza, ésta alegoría es sublime, su grandeza se puede apreciar desde la infancia, ¡usted tiene un talento innato!

— Padre y madre... Ellos son todo para mí, por eso pensé en el sol y la Luna, ambos son astros tan grandes. Se asoman en el cielo cada día, aun en los días lluviosos... permanecen... Al igual que ellos.

— Poesía... sí... ¡esto es arte!, ¿usted piensa entregarle esta pintura a los Reyes?, si es así definitivamente le ayudaré a escoger el empaque perfecto.

— ¡Gracias maestro!

Ambos visitaron el mercado de la ciudad y encontraron el empaque ideal para la pintura... Al pequeño Zen sólo le quedaba esperar hasta el regreso de sus padres.

...

Llegado el el día, fue el primero en alistarse, y tras desayunar, tomó el regalo y se sentó frente a la habitación de sus padres para esperarles.

Pero los minutos se convirtieron en horas, y la luz de la mañana en noche... El día terminó y los padres de Zen nunca llegaron. Por alguna razón que él desconocía tampoco nadie le procuró; el pequeño y hambriento príncipe cedió ante el cansancio y se quedó dormido sobre el regalo.

La verdad del asunto es que los Reyes habían fallecido en un naufragio, y los navíos que llegaron ése día a la capital provenían del territorio Tamashi, emisarios de la triste noticia. El castillo se había vuelto un caos, y el príncipe Klaus fue absorbido por las responsabilidades reales que implicaban tal tragedia.

Klaus asumió que Lionel se haría cargo de Zen, Lionel asumió que el servicio se haría cargo de Zen, y el servicio asumió que la familia real querría privacidad... De esta forma el pequeño niño pasó el día entero sin nadie a su cuidado.

En medio del silencio fúnebre que reinaba, Klaus se dirigió  hacia la habitación de sus padres lleno de tristeza y nostalgia, con la intención de recordarles a solas, pero al llegar encontró a su amado hermanito tirado en la puerta durmiendo y temblando de frío.

— ¿¿Cómo sucedió esto??, ¿cómo es posible que me olvidase de Zen?, ¿cómo pude ser tan despiadado?

Sin poder resistir mas, Klaus cayó sobre sus rodillas llorando como un niño.

Los Herederos del DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora