DESTINOS INESPERADOS

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Babydoll negro con escote en la espalda, olor a  vino y  la sofocante sensación de ser devorada insaciablemente... ¿cómo llegó Arwen a esa situación?, aceptó casarse con un hombre harto de la soledad y sediento de demostraciones de afecto.

— Basta... si continúas así...

— La culpa es tuya Arwen... ¿cómo te atreves a venir con tan poca ropa?... — Respondió Zen mientras sostenía las caderas de su esposa sobre las suyas en el sofá de la biblioteca real.

— Me mandaste a llamar en medianoche... tus intenciones eran obvias. — Con los labios de Zen sobre su pecho, sus gemidos vibraban contra las paredes llenas de libros.

— Aún así... es tu culpa. — Tumbándola en el sofá,  bajó sus dedos por su abdomen... la acarició, y sacándolos empapados los lamió frente a ella...  — Pasaría toda la noche haciéndote venir solo para poder probarte.

—  ... No digas cosas como esas.

—  Entonces quizás ya no debamos hablar.

— ¿En serio lo haremos de nuevo?

—Tus palabras disfrazadas de pregunta sólo revelan lo emocionada que estás... me haces pensar que estás desarrollando una adicción y que la persona en peligro soy yo. —  Elevando su abdomen sobre ella la embistió con fuerza... cada toque fue más profundo... cada toque la hizo sentir su ansia... cada toque la hizo sentir enamorada.

— Z... Zen..n — La agarró con firmeza por el mentón y la miró a los ojos mientras los cuerpos de ambos aún chocaban.

"Con lo hermosa que es, si tenemos hijos parecerán deidades... nunca pensé decirlo tan pronto, pero, me encantaría tener hijos con ella".

Seducido por su belleza continuó embistiéndola por largos veinte minutos,  envuelto por sus gritos, hundiendo su masculinidad hasta derramar todo su semen dentro de ella.

— No importa cuántas veces pruebe tu dulce cuerpo... Arwen... — Susurró entre jadeos — Nunca me saciaré de ti. — Sujetó sus mejillas rosadas se apoderó de su boca con un largo beso y tras una sonrisa  desvergonzada, se levantó y caminó desnudo hasta la ventana mientras ella miraba la gran lámpara de Diamantes del techo, la cual, aún apagada, brillaba reflejando las llamas de la chimenea.

"Éste hombre me hará perder la cordura". — Sus piernas aún temblaba cuando notó a su esposo bastante distraído.

— Zen...

— ¿Um?

— ¿Sucede algo?... desde que regresaste del pueblo de la neblina estás un poco... disperso.

— Está bien... no creo que sea el momento para hablar de eso.

Tras acomodar su babydoll, Arwen se levantó, sirvió vino para los dos, e invitó a Zen a sentarse junto a ella en el escritorio.

— A ver... según la condición número uno de nuestro matrimonio por conveniencia; somos aliados, y los aliados no guardan secretos, a menos de que quieran traicionar al otro y cambiarse de bando, así que, sino quieres que comience a enviar espías a tu bando,  lo mejor es que me mantengas informada.

—  Lo de enviar espías parece una amenaza real más que una metáfora Reina Arwen...

— Podría suceder... dependiendo de que tanto ocultes.

— ¿Siempre fuiste así de aterradora?

— Ya deja de bromear... por favor Zen,  algo te pasa, lo sé... sólo dime.

"Antes,  por lo menos conversaba con Lionel de estas cosas, pero mi fiel amigo ya no está... El único problema de desahogarme con mi esposa es que mis dudas están relacionadas a Dafi...  ¿Arwen estará bien con eso?... ¿Hasta qué punto llega la confianza en éste matrimonio?... No quiero tener problemas con ella.

Los Herederos del DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora