SCAIF: No quiero morir

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— Arwen... hija mía, escucha lo que tu madre tiene que decirte... El miedo no es algo que deba paralizarte, sólo es un sensor, y su función es advertirte del peligro. Por eso, debes aceptarlo y aprender a utilizarlo como cualquier otra función de tu cuerpo. Al hacer eso, aumentarás tus probabilidades al cien por ciento. Teniendo en cuenta que la función del SCAIF es probar la fuerza de los futuros monarcas, el sitio donde irás será una réplica de tus peores pesadillas. Entonces, cuando el miedo aparezca, no dejes que te consuma; debes seguir moviéndote, no importa lo que veas o escuches. Debes avanzar a pesar del miedo. Si tus manos tiemblan, entonces sostén tu espada con fuerza hasta que dejen de temblar, y si tus piernas flaquean, oblígalas a andar. No importa lo que sientas; sólo tú tienes el control de tu cuerpo. Si logras avanzar a pesar del miedo, hija mía, estoy segura de que ganarás... Hoy finalizamos tu entrenamiento, y quiero decirte que me siento muy orgullosa de que seas mi hija... Arwen, gracias por nacer de mi vientre... Me has hecho una mujer afortunada. No todas las mujeres del reino pueden decir que su hija es la Reina del Diamante.

Los ojos de Arwen se llenaron de emoción escuchando el discurso que Aurora Edevane, su madre, había preparado para cerrar el ciclo de entrenamiento.

— .... No sé que decir... muchas gracias mamá. — Tomando sus manos, Arwen le dedicó una mirada llena de admiración,  siendo el emotivo encuentro interrumpido por Serena quien entró a la sala de entrenamiento con un paquete en las manos.

— Mandé hacer este traje hace algunos años, para usarlo en mi prueba, en aquellos días cuando se esperaba que me casara con Klaus... Es claro que ya no lo necesitaré, y creo que honrarías a todas las mujeres del territorio Rokko usando el uniforme tradicional de nuestras guerreras.

— Hermana esto es... no puedo aceptarlo, es demasiado...

— Por favor, acéptalo, y prométeme que cruzarás la puerta de regreso con la cabeza en alto... no importa cuán lastimada estés, tú representas a las mujeres del Territorio Rokko. Haz que sepan que los toros rojos somos los más fuertes. Pon arder los corazones de todos.

— Lo juro. — Mostrando una sonrisa resplandeciente, Arwen logró calmar los temores de Serena, y luego de despedirse de ambas fue a sus aposentos.

Al entrar, notó que el día resplandecía más de lo usual, así que decidió asomarse por la ventana, y al hacerlo, su vista fue directo a los ojos del príncipe Zen, quien estaba detenido justo en frente, mirando en su dirección desde el primer nivel. La casualidad fue tan sorprendente que ambos quedaron prendidos en los ojos del otro en medio de la fresca brisa.

— ¡Zen, voy a bajar! — Gritó saliendo disparada por la puerta sin escuchar a Zen, quien dijo exactamente lo mismo.

—  ¡Voy a subir!

Y corriendo uno en dirección al otro alborotaron a los sirvientes y guardias del palacio que los veían correr...

— ¡No pasa nada! — Gritó Arwen a mitad del pasillo calmando a los guardias.

Cuando Arwen alcanzó el exterior, observó a Zen correr hacia ella. Entonces, cambió el curso y corrió hacia él. Al verla, Zen ignoró una piedra en su camino y tropezó, perdiendo momentáneamente el equilibrio. A pesar de esto, no dejó de correr.

Todos los guardias y sirvientes estaban de curiosos pegados a los ventanales o asomados en la puerta apreciando con ojos brillantes la escena.

Y cuando por fin se encontraron, ya no tenían aliento, ambos colapsaron entre risas, respirando agitadamente frente al otro.

Las palabras estaban de más, o al menos eso fue lo que Zen sintió, por eso,  tomó su mano y la atrajo hacia él, abrazando su delgado cuerpo mientras  posaba sus labios sobre su frente.

Los Herederos del DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora