Los pretendientes de la Duquesa

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Una taza de té evaporaba el aroma del limón y el jengibre, mientras la Reina Arwen peinaba su cabello para comenzar el día. Ella todavía estaba en pijama, pues su malestar había empeorado los últimos días, sin embargo, hoy el Rey regresaría de viaje y ella quería esforzarse en verse lo mejor posible; jamás recibiría a su esposo con un semblante tan deplorable... quizás para cualquier mujer esto no tendría relevancia, pero, una Edevane no podía permitirse tal bochorno.

Su peinado recogido ya casi estaba terminado, así que sosteniendo un mechón de cabello, buscaba  la ubicación de la última horquilla tanteando la mesa con la otra mano.

—¿Esto es lo que buscas? — Preguntó el Rey detrás de ella.

—¿Majestad?... Bienvenido a casa. — "No puede ser, ni si quiera lo escuché llegar, ¿cuánto tiempo lleva ahí parado?". — Has llegado un poco antes, creía que no llegarías hasta después de las 10 de la mañana.

— Son las doce... — Susurró con una sonrisa.

— Imposible.

— Parece que hoy te has levantado tarde... estoy seguro de que fue un descanso merecido, gracias por hacerte cargo de todo en mi ausencia.

Tomando el mechón de cabello con su mano, Zen lo acercó a su rostro.

— No sabes cuánto extrañaba tu olor a rosas.

"¿Pero qué dice?... Cuando salta con éste tipo de cosas me da muchísima vergüenza"...

— ¿Y qué tal estuvo tu viaje?...

— ¿Ah? — Deslizando la silla hasta situarla justo en frente, acercó delicadamente sus labios al oído de su esposa.

— Justo te decía lo mucho que te he extrañado... ¿tú no? ... ¿no te he hecho falta para nada?... ¿o es que acaso hubo otro hombre calentando mi lado de la cama?

—No digas tonterías... dormir sin ti ha sido un tormento.

Posando su mano en su pierna derecha, Zen arrastró su bata de dormir hasta la parte superior de su muslo y uniendo sus labios comenzó a demostrarle su añoranza, pero, mientras esto sucedía el servicio llegó a la habitación con la ropa de la Reina recién planchada, y abriendo los ojos, Arwen hizo contacto visual con las avergonzadas mucamas.

— Majestad, no estamos solos...

— ¡¡Disculpe majestad!, pensamos que La Reina estaba sola, por eso entramos sin tocar, nos retiraremos ahora mismo.

— No... quédense, ya yo iba de salida.

"¿Iba de salida?, no parecía"... — Pensó Arwen.

— Hoy saldremos juntos, iré a descansar en la habitación de Klaus, te veré en la tarde.

Luego de que el Rey saliera el servicio enloqueció, porque  la ropa que habían preparado para la Reina quizás ya no sería adecuada para la ocasión. ¿Una salida?, ¿a dónde irían?, ¿un vestido rosa o azul?... Mientras que las mucamas acorralaban a Arwen con esas preguntas, ella divagaba en su mente procesando la invitación del Rey.

"¿Él y yo? ... ¿saldremos del castillo juntos?"...

— Verde...

— ¿Majestad?

— El vestido verde pastel... el que tiene tirantes de mariposas, ése que trajo mi madre, por favor prepárenlo, ése usaré.

— Enseguida majestad... ¿y su cabello?

— Últimamente está haciendo mucho calor por eso quería recogerlo...

— Majestad, Si me lo permite le haré una cola alta con un lazo blanco. Las hermosas hondas de su largo cabello le encantarán al Rey.

Los Herederos del DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora