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Sentía el cuerpo completamente relajado y satisfecho, y se estiró en la cama como una auténtica gatita recién levantada. Incluso sintió como ronroneaba complacida.

— Pensaba que jamás despertarías —un peso hundió el lado derecho de la cama, haciendo que se inclinase ligeramente hacía allí.
— ¿Estabas a punto de llamar a un príncipe azul para que me besase?
— En realidad, suponía que con los míos valdría —Alfonso se encogió de hombros divertido y se colocó sobre ella, haciéndola reír—. Llevas estas últimas semanas muy mimosa, Annie. No es que me queje, me encanta que me mimen —sus ojos se oscurecieron, dándole una pista del tipo de mimos que le gustaban— ¿qué pasa, Annie?

Anahí suspiró, ¿no podría simplemente hacerla no pensar? Desde el incidente de Selvática, todo había empeorado y, aunque se hacía la fuerte, necesitaba apoyarse en alguien más de lo que le gustaba admitir. Y Alfonso era un buen apoyo, y un buen hombre. Suspiró de nuevo.

Había hablado con Dulce sobre su «relación» con él y la semana pasada, haciéndole liberarse un poco del estrés del trabajo gritando en su balcón, le había hecho confesar que estaba enamorada.

— Vamos, Annie. Me lo agradecerás.
— No veo porqué.
— Ya lo verás, venga. Yo...
— ¡Yo! —gritó, mirándola no muy convencida.
— Annie...
— ¡Annie!
— Estoy harta de mis compañeros de trabajo.
— ¡Estoy hasta las narices de mis estúpidos compañeros!
— ¡Muy bien, eso es! —la animó— y...
— ¡Y!
— Estoy...
— ¡Estoy!
— Enamorada de Poncho.
— ¡Enamora...! —se giró, con los ojos muy abiertos— ¡Dulce!

Dulce había echado la cabeza hacia atrás y había soltado una sonora carcajada, pero Anahí le había terminando confesando sus sentimientos. Aunque sin la necesidad de gritar en el balcón.

— La cercanía de los últimos meses... —suspiró—. Creo que siempre me gustó pero tenía miedo y cuando empezamos a acostarnos sentí algo, pero luché contra ello tanto como pude. Pensé que lo tenía controlado pero hace unos meses... Hace poco empezamos a vernos más, dentro y fuera de la cama... Yo cada vez busco a menos hombres con los que estar, por no decir que no busco y él... Siempre que necesito algo lo llamo a él... —suspiró, derrotada.
— Hacéis buena pareja, en realidad.

Alfonso acarició su cuello con la nariz, erizando su piel y sacándola de sus pensamientos.

Hey —Anahí sonrió, volviendo a centrar sus ojos en él—, te habías ido.
— Me acabo de levantar, no me puedes pedir las respuestas del universo.
— En realidad ha sido una pregunta simple.
— Supongo que estoy nerviosa por esta noche.
— ¿La cena con la gente de mi empresa? Saldrá todo bien.
— Pero les estamos mintiendo...
— Bueno, juntos estamos —el corazón de Anahí dio un vuelco, imaginándose como sería si...— No de la forma que ellos piensan, claro —se apresuró a decir, matando sus tontas esperanzas—. Necesito tu ayuda Annie, pero entendería que no quisieses hacerlo.
— Podrías seguir convenciéndome —jadeó, impulsando sus caderas hacia arriba.

Horas después, duchados y vestidos, se dirigieron hacia el restaurante. Anahí tenía las palmas empapadas en sudor por los nervios y las piernas le temblaban como si fuesen de gelatina. Se agarró al brazo de Alfonso con más fuerza, pegando a él su cuerpo, y sonrió tímida cuando él la miró divertido.

— Lo harás bien —besó su frente—, no temas. Estaré contigo toda la noche.

Eso la reconfortaba y asustaba a partes iguales porque, el papel de novia de Alfonso se le podía dar demasiado bien y no quería que él se enterase de lo que sentía en realidad.

— ¡Alfonso, que alegría verte! —Lucio Vidal se acercó a él sonriente, con su bella mujer del brazo, sonriente también— Y está debe ser la preciosa Anahí, ¿no?

Pasión descontroladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora