Alfonso entró corriendo en el hospital al que habían llevado a Anahí cuando los paramédicos le habían llamado, ya desde la ambulancia, y preguntó por ella con la voz entrecortada.
— Han llegado hace unos minutos, están en el box siete pero...
No dejó terminar a la enfermera. Corrió pasillo a través, esquivando a otros pacientes y trabajadores que se iban apartando de su camino tan rápido como podían hasta que por fin vio el letrero. Levantó la mano temblorosamente y tocó antes de entrar.
— Soy Alfonso Herrera. Vengo por Anahí Puente, me han llamado hace un rato desde su teléfono diciéndome que la traerían al hospital y...
Una enfermera sonriente le asintió cuando Alfonso se quedó sin nada más que decir y se acercó a él una con tranquilidad que él no sentía en absoluto.
— Señor Herrera, la señorita Puente está descansando —habló, con una voz calmada y baja—, así que será mejor que salgamos para hablar con más tranquilidad.
Alfonso asintió, sin saber muy bien porque hacía caso a esa señora y no entraba a ver como estaba Anahí con sus propios ojos.
— El accidente que ha sufrido no es grave, quédese tranquilo. Pero me temo que al caer contra el suelo se dio en la cabeza con el bordillo y las heridas en la cabeza son muy serias, aunque a menudo parezcan más escandalosas de lo que en realidad son. Hemos estado haciendo algunos escáneres, pero tendremos que esperar un par de horas para confirmar que este bien. Puede pasar a verla y a estar con ella pero no la altere.
— ¿Su pierna?
— ¿Pierna? —lo miró extrañada.
— Si, la tiene fracturada, ¿le pasó algo más?
— Ah, no, no. Por lo que contó el taxista, la vio en la acera con la mano levantada y las muletas y se acercó a ella para recogerla. Cuando ella se fue a acercar parece que se mareo y perdió la consciencia. El hombre se preocupó mucho y nos llamó en seguida, dice que al verla tambalearse salió del coche tan rápido como pudo pero no llegó a tiempo.
— ¿Ha dejado algún nombre?
— Me temo que no. Los paramédicos dijeron que estuvo junto a la mujer hasta que se la llevaron y que después de hablar con ellos se quedó más tranquilo. Supongo que continuaría con su trabajo.Alfonso asintió. Tendría que intentar encontrarle para poder agradecerle haber ayudado a Anahí. Terminó de hablar con la enfermera y después entró en el box siete, donde Anahí descansaba sobre una cama en mitad de la habitación con un par de máquinas vigilando sus constantes y emitiendo soniditos cada pocos segundos. Suspiró y agarró su mano con fuerza, como si así pudiese despertarla o evitar que se fuese lejos y segundos después, las lágrimas empezaron a empapar su rostro silenciosamente.
Un par de horas después, Anahí abrió los ojos desorientada y como si le hubiese dado la peor de las jaquecas. Miró a su alrededor y solamente se tranquilizó cuando vio el cuerpo de Alfonso, acurrucado de mala manera en el sillón de su lado, con los ojos cerrados y una pequeña manta cubriéndole.
— Poncho... —su voz sonaba ronca y lejana, pero él pareció escucharla porque en seguida abrió los ojos y se colocó a su lado.
— ¿Cómo estás?
— ¿Qué ha pasado?
— Que eres una cabezota —sonrió él, acariciándole la cara—. Te desmayaste en la calle y te golpeaste la cabeza. Me llamaron cuando te traían en la ambulancia.
— No lo recuerdo.
— Normal. Me has dado un susto de muerte, Anahí ¿Tú qué sentirías si te llamasen y te dijesen que me están llevando al hospital, inconsciente y lleno de sangre?
— ¿Te dijeron eso?
— Puede que con otras palabras, pero casi se me para el corazón.Anahí se mordió el carrillo por dentro.
— Te prometo que volvía a casa, me sentía tan cansada y mareada...
— ¿Y por qué fuiste a trabajar? Me tenías que haber hecho caso.
— Quería ir porque... Quería dejarlo.

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Pasión descontrolada
Fanfiction- Deberíamos seguir su ejemplo. - ¿A qué te refieres? - A acostarnos. Esa noche habían hecho el amor por primera vez y había sido impresionante. Al principio había sido raro porque jamás se habían imaginado que acabarían así. Aunque sus madres siem...