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Llevaba dos semanas sin apenas ver a Anahí, y la había echado de menos a cada segundo. La estaba esperando en el coche para ir al fin de semana de hermandad de su empresa. Había visto tal brillo en sus hijos cuando Lucio estaba hablando del tema que la había invitado sin dudarlo, y no se arrepentía de nada porque estaba seguro que la mayoría iba a llevar a sus parejas y si él no lo hacía, se pasaría el fin de semana aburrido. En cambio, con Anahí allí...

Como si la hubiese invocado, apareció por la puerta en ese momento, cargada con una maleta y un bolso a juego y una sonrisa de oreja a oreja. La ayudó a meter todo en el coche y, antes de separarse, estrechó su cara entre sus manos y la besó dulcemente en los labios.

— Vamos, he quedado con Sophie y Jorge para ir juntos.

Anahí asintió, segura de que tenía las mejillas rojas.

Veinte minutos después, Jorge y Sophie aparecieron en su vista, estaban besándose con pasión en la acerca donde paró Alfonso, con sus maletas a ambos lados. Alfonso tocó el claxon divertido y ambos se separaron entre risas.

— Cualquiera diría que os veis por primera vez en meses.
— Nunca son suficientes besos —le saludó Jorge—. Como si no hubieses deshecho a Anahí entre besos antes de venir.
— No quería llegar tarde a buscaros, pero viéndolo ahora... Podíamos haber hecho un par de cosas más antes de venir, cariño.

Alfonso le guiñó el ojo y Jorge se carcajeó dando un golpe en la espalda a su amigo. Anahí, que aún no había sido capaz de apagar su rubor anterior, sintió como el calor volvía a concentrarse en su cara y como su piel se enrojecía mientras Sophie entraba en la parte de atrás del coche.

— Oh, chicos, ¡habéis hecho que se sonroje! —rió dulcemente Sophie— No te preocupes, están todo el día así. Supongo que tendrás que acostumbrarte.
— Si, no, claro —respondió, mordiéndose el labio—. No es que Poncho no sea así de normal...

Alfonso entró en el coche en ese momento.

— Annie es más directa que yo, es solo que aún no tiene la confianza suficiente. Dadle unas horas —sonrió, guiñándole el ojo—. Perderá la timidez enseguida.

El resto del camino fue ameno y Anahí se sorprendió bromeando sobre los mismos temas que habían bromeado antes Alfonso y Jorge. Puso cosas en común con Sophie y los tres le explicaron un poco en lo que consistiría el fin de semana. Alfonso había colocado su mano sobre su pierna siempre que había podido, enviándole pequeñas descargas que la abrasaban por dentro.

— Ya hemos llegado —anunció, cuando empezaba a anochecer—. Jorge y yo sacaremos las cosas Sophie, ¿por qué no acompañas a Anahí a nuestra cabaña? Estaré allí en un minuto.

Anahí se fijó en el paisaje que la rodeaba y se dio cuenta de que era hermoso. El lugar estaba lleno de pequeñas cabañas de madera iluminadas por fuera y, algunas, ya ocupadas, por dentro. A lo lejos había un pequeño lago lleno de sombras rojizas por el atardecer y miles de árboles altos y frondosos que se movían ligeramente con la brisa del viento. Sophie agarró su brazo en ese momento, sacándola de su ensoñación, y la sonrió mientras la guiaba a unas cabañas que parecían estar vacías.

— Alfonso normalmente se quedaba con nosotros en nuestra cabaña. Todas tienen dos habitaciones, una matrimonial y otra individual. Pero entiendo que, ahora que estás aquí, quiera una cabaña para los dos solos. Nos repartieron las llaves por la mañana en la oficina —las agitó, frente a ella—. Esta es la vuestra, toma —le entregó un llavero—. Nuestras cabañas están una junto a la otra y estaremos en el mismo equipo así que, nos veremos seguido. Entra e investiga libremente, te sorprenderá la de cosas que tienen estas casitas.

Pasión descontroladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora