Capítulo 5

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Acaricio mi mejilla

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Acaricio mi mejilla.

Maniobro el volante mientras recuerdo la palma de Chloe en mi cara.

No me importaría recibir bofetadas con tal de probar sus labios ¡Maldición! Quiero volver a sentir sus labios sobre los míos, volver a atraparlos entre mis dientes y que un nuevo gemido salga por el gesto.

Ese dulce gemido que emitió en el momento que clavé mis dientes en su labio inferior solo me dieron ganas de ponerla sobre el asiento de su auto con su culo viendo hacía mí.

«Y en vez de eso solo recibiste una bofetada»

Sonrío por la burla de mi conciencia. Si, recibí una bofetada que aún puedo sentir mi mejilla arder, pero ese gesto de fiereza solo me la puso más dura.

Desde que la ví la tengo dura esa es la verdad, pero nadie puede juzgarme, Chloe es una diosa y todo en ella destila sensualidad, además de que se montó en su coche y salió del aparcamiento ¡Dios! Si tengo una debilidad son las mujeres que no temen subir la velocidad y jugarse la vida en ello.

«Mi princesa»

Ja. Ya Chloe no es mí princesa y lo dejo claro cuando me advirtió que no la volviera a besar, pero para su mala suerte no soy bueno siguiendo órdenes.

Volverla a ver después de tantos años me afectó, si, porqué ahora estoy debatiendo si realmente era un capricho lo que sentía por ella y si es así, ahora mi capricho aumentó, porque ahora no quiero que sea mi princesa, quiero que sea mi reina.

«Es mayor que tú»

Y justamente eso es lo que me tiene así. Siempre he sentido debilidad por las mujeres mayores que yo, la primera mujer con la que estuve era mayor que yo. Diana también lo es y las mujeres en mí fiesta de dieciocho también lo eran, no todas, pero con la que estuve si lo era.

Chloe esa mayor que yo por tres años o menos, no lo recuerdo la verdad, pero lo que sí recuerdo perfectamente es como me sentía cuando estaba con ella y ahora solo tomo intensidad.

«—¿Y cuando leíste el nombre de Ángel Black no te acordaste de mí?

—No, no lo hice. Mi mente no te recordó, es como si nunca te conocí.

—Eso es imposible— sonrío.

—¿Imposible por qué, Ángel? Hice lo mismo que tú, tú decidiste olvidarme y yo hice lo mismo. ¿Por qué dices que es imposible? ¿Tú no me olvidaste?

—Lo hice.»

Y yo que pensé que no me gustaba mentir y es lo que ma he hecho las últimas horas. ¿La olvidé? No, claro que no. El cuadro en mi habitación aquí en Italia, la carta, su foto, aquella pulsera, eso muy bien responde a mi pregunta.

No voy a negar que si causo algo en mí el hecho de que dijera que fue como si nunca me conoció, por Dios, eso es lo más estúpido que pudo haber dicho, pero supongo que solo me estaba dando de mi propia medicina. Yo dije lo mismo antes y ahora ella está aquí como el puto karma.

Te Vi VenirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora