La generación Black está aquí
¿Quién mejor para llevar el apellido Black a otras aventuras que el heredero mayor?
Exacto, nadie mejor que él joven ruso; Ángel Black.
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Ángel Black
—Ángel, cariño.
El acento italiano me hace detener mis pasos; me giro sobre mis pies, pasando mi mano por mi cabello y le doy una vista a la recepcionista de la clínica, antes de dirigirme a la mujer de bata blanca que me ve con una sonrisa.
—Tia Fiorella— no he terminado de hablar cuando la italiana me está rodeando con sus brazos.
Su mirada me analiza cuando se aleja de mí. Mis hombros se cuadran, subo el mentón y la observo.
—El hecho de que le des un abrazo a tú tía no te va a hacer menos hombrecito.
—Lo que sea. ¿Para que me llamaste?— niega ante mi tono de voz.
—¿Que haces aquí? ¿Todo bien?
No me gusta mentir; suelo decir las cosas como las pienso, solo digo la verdad sin importar que, pero en esta ocasión no puedo hacerlo.
—Todo bien doctora Sorrento, nada de qué preocuparse.
Achica sus ojos hacia mi dirección.
—No te creo, Ángel.
Subo mis hombros y le doy una sonrisa.
—Su decisión, doctora Sorrento.
—Cariño...
—Tengo que irme— Me acerco a ella y dejo un beso en su mejilla—. Nos vemos.
—Ángel, cariño. Tenemos que hablar, no puedes seguir enojado conmigo, soy tú tía.
—También pensé que eras mi amiga y no fue así. Me da igual, nos vemos.
—Ángel...
Sigo caminando ignorando sus llamados. Aún estoy enojado y no solo con ella, también con la mujer que me espera en mi auto.
—¡Tus padres merecían saberlo, lo hice porque eres mi sobrino!
Solo subo mi mano restándole importancia.
«Claro que merecían saberlo, pero no por ella, ni por nadie más que no sea yo»
Me detengo frente la puerta de mi auto viendo como está se sube para darme el acceso. Solo de ver a la mujer en el asiento de copiloto de mi auto me dan ganas de dejarla aquí tirada y solo irme.