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Para ahorrarles el tedio del drama, finalmente me uní a la Legión. Sorprendentemente, Jo no me abandonó; ella también se enlistó, desafiando las expectativas de nuestras familias. Mis padres, en un arranque de optimismo hipócrita, se regocijaron ante la idea de que los soldados corregirían nuestros supuestos malos modales.

Así fue como nos encontramos mi madre, la madre de Jo, Jo y yo, compartiendo un carruaje en dirección al cuartel general de la Legión. El silencio pesaba entre nosotras como una losa, una tensión palpable que ninguno de nosotros se atrevía a romper.

Al descender del carruaje, nuestras madres, ya bañadas en lágrimas de despedida, nos abrazaron con fervor. La ironía de la situación no se escapaba a mi percepción; después de todo, fue mi madre quien me impulsó hacia esta empresa. Sus gestos de afecto estaban teñidos de un dejo de hipocresía que no pude evitar notar.

Las miradas curiosas de los presentes nos envolvieron al instante, alimentadas por la incongruencia de nuestra presencia: dos jovencitas vestidas con esmero y bajando de un carruaje lujoso. Podía leer en sus rostros la pregunta no formulada: "¿Qué hacen estas chicas aquí?", una pregunta que resonaba con más verdad de la que les gustaría admitir.

7

Una vez que nuestras madres se marcharon, nos quedamos solas, enfrentando juntas el futuro incierto que se cernía sobre nosotras. Miré a Jo, siempre reservada y reacia a la atención. Siempre he sido la amante de los reflectores, pero Jo... ella lo detesta con toda su alma, y debo admitir que tal vez sea yo la que está equivocada.

Tomé su mano con ternura, encontrando en sus ojos una mezcla de tristeza y determinación. A pesar de todo, me regaló una sonrisa, hermosa pero cargada de melancolía. Juntas, emprendimos el camino hacia el cuartel, sintiendo las miradas curiosas y lascivas de los demás soldados sobre nosotras.

"¿Cuándo estarás libre, pastelito? Prefiero comerte yo antes que dejarte a merced de un titán", me espetó uno de los soldados, recibiendo mi mirada de desdén como respuesta.

"Patético", murmuré con asco ante su vulgaridad.

"¿Acaso soy demasiado barato para ti, dulzura?", replicó con una sonrisa desafiante.

"Exactamente, eres barato, feo y grosero", respondí con firmeza, viendo su sonrisa desvanecerse.

Me sentí momentáneamente libre, en este lugar donde las reglas parecían más laxas. Pero en mi interior, una sensación de ansiedad y desconcierto comenzaba a hacerse eco. Era el peso de lo desconocido, la presión de estar rodeada de gente y situaciones que desafiaban todo lo que conocía. Un nudo en el estómago me recordaba que, a pesar de mi aparente valentía, aún tenía mucho que aprender y enfrentar en este nuevo mundo.

8

Al llegar al cuartel, fuimos recibidas por el oficial a cargo, cuya indiferencia hacia nuestra presencia era tan evidente como desalentadora.

"Lo siento, las visitas de los cadetes no están permitidas en días de semana. ¿Podrían volver el sábado? ¿Les parece, señoritas?", nos informó sin levantar la mirada de un papel que sostenía entre sus manos.

"Venimos a inscribirnos", le informé, aunque su reacción inicial no presagiaba nada bueno. Después de examinarnos de arriba abajo con una mirada burlona, estalló en carcajadas que resonaron en el cuartel.

Paraíso Oscuro {Levi y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora