Capítulo V

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Como llevo haciendo ya por más de dos semanas, me levanto mucho antes del amanecer por culpa de las pesadillas. Cada día siento que duermo menos que el anterior.

Miro mis manos agrietadas y mi piel dañada por el sol. Miro los golpes que me marcan, culpa del entrenamiento con Dax y los trabajos que me asigna Vivien.

A pesar del dolor muscular y duro trabajo, siento que voy acostumbrándome poco o poco y después de todo estoy empezando a cogerle cariño al barco y tripulantes, cosa que no quería pero a sido inevitable, aunque a pesar de todo, tengo claro que abandonaré el barco; sin mirar atrás cuando lleguemos a puerto en unos días.

De nuevo como ya es tradición en mi, me levanto de la cama y evito a Vivien, que duerme tranquila en el suelo cubierta con una sábana. Procedo a vestirme como todos los días con esa ropa demasiado grande y ahora mucho más sucia por el uso.

Salgo en silencio de la habitación pequeña mientras intento moldear mi desordenada melena con los dedos. Ignoro los ronquidos de mis compañeros al final del pasillo y subo las escaleras que dan a la superficie.

- Buenos días Rojo- saludo al llegar arriba encontrándome con el encargado de cubierta-.

- Buenos todavía no, imagino que irás a ver el  amanecer Grace- me dice sonriendo el pirata-.

- Tú lo has dicho- me despido subiendo las escaleras que dan paso al timón-.

Como todos los días veo al capitán sujetando el timón, con la vista perdida en el horizonte y me siento en mi lugar de siempre.

- ¿Siempre se encuentra junto al timón capitán?- le pregunto con curiosidad-.

- No siempre querida, solo cuando hay que cambiar de rumbo, niebla y tormenta-me responde-.

- ¿Y por qué siempre está al amanecer?- continúo-.

- Por lo mismo que tú, me gusta ver como el sol comienza a nacer de entre el mar- me responde con algo parecido a una sonrisa-. Acércate- me señala-.

Me levanto del suelo junto a la baranda de madera y camino junto a su lado mirando lo que señala. Observo la cubierta entera del barco, de popa a proa, con sus enormes mástiles sujetando las velas abiertas. La gran cantidad de cuerdas que las sujetan y unen unas a otras. Veo los barriles, cañones, armas y cajas amontonadas por todo el barco. También hay un par de botes a remo apilados en un lado. Observo  a algún marinero buscando en la despensa ingredientes para el desayuno en unas horas y todo esto cubierto por unos leves rayos que dan luz y sombras a cada cosa.

Y veo a Dax. Está entrenando. Él solo. Veo su cuerpo de espaldas, sin camiseta y cubierto con una leve capa de sudor. Su pelo corto y brillante por los primeros rayos de sol. Su espalda musculada sujetando un sable con su brazo, manteniendo otro en su espalda. Lanzando estocadas al aire.

Aparto la  mirada sintiendo mis mejillas calientes. Dax solo es mi amigo, pero me sorprende verlo  así. Todavía no me acostumbro a ver a los hombres sin ropa y meno si están tan ejercitados.

- ¿Ya sabes por que me gusta el amanecer querida?- me pregunta el capitán-.

- Es como si  todo volviera a la vida, como despacio las cosas entran en movimiento y comienzan los sonidos y risas- le respondo con la vista perdida ahora en el mar-.

El capitán asiente en acuerdo y me siento de nuevo para ver como las olas rompen en la madera del barco, esperando hasta que Dax venga por mí, como todas las mañanas al amanecer.

Al rato escucho unos pasos aproximarse al lugar en el que me encuentro y siento un  cuerpo sentarse junto a mi.

- Bueno señorita, ya veo que de nuevo estás aquí- me dice Dax con una sonrisa en la cara-.

Sangre RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora