Capítulo VII

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Cruzo la delgada tabla que me separa de un barco del otro. Siento mi nuca arder con la mirada de Vane, pero en ningún momento agacho la mirada o me giro a verlo. No pienso dejar que aumente su ego al verme rendirme ante su mirada. Una vez piso la cubierta y a pesar de las voces de mis amigos desde el otro navío me dejo guiar por el pirata cuando me agarra del codo y me guía por la cubierta de ese enorme barco hasta la popa y me hace entrar en su camarote.

Escucho la puerta cerrarse, silenciando automáticamente el ambiente, haciendo que no se escuchen las voces ni risas de los piratas que se burlaban sin duda de mi destino. Está bastante oscuro para ser puede que media tarde, pero la estancia se encuentra iluminada por bastantes velas y candiles.

Siento una manos posarse en mi cintura e instintivamente me giro con la intención de darle un golpe al hombre que me sujeta sin consentimiento, pero éste, esperando mi reacción me agarra de las muñecas haciendo que me retuerza para intentar liberarme de su agarre.

- Tranquila fiera, todavía no te hice nada- me susurra con voz grave-. Necesito que te calmes para hablar, hermosa-.

Espero que me suelte sin responder nada y al poco siento como afloja el agarre de sus manos por lo que aprovecho y de un tirón me libero para acto seguido darle un patada en la entrepierna y correr. Escucho el gruñido que escapa de su garganta y me apresuro a tirar de la puerta para abrirla sin éxito.

- De aquí no te mueves preciosa- dice enfadado tirando de mi-. No soy tan estúpido como para pensar que no intentarías escapar- explica mientras me arrastra a la cama-.

Pataleo con intención de que me suelte, pero todo resultando en vano, siento mis muñecas siendo levantadas por encima de mi cabeza mientras me tira en el blando colchón. Una tela apresa mis manos, dejándolas atadas al cabecero de la cama, para evitar que me levante. 

Gruño en desacuerdo al sentir que no me puedo liberar a pesar de los tirones bruscos.

- Suéltame salvaje- le gruño a su espalda-.

- Y yo que pensé que no sabías hablar- dice sin mirarme mientras agarra la silla tras una mesa y la acerca al lado de la cama en el que me encuentro-.

- Ni se te ocurra tocarme- le escupo malhumorada, intentando no mostrar el terror que siento por todo mi cuerpo-.

- Escucha preciosa, a pesar de ser hermosa y tener muchas ganas de devorar esos hermosos labios, nunca obligo a ninguna mujer, tan solo quiero hablar contigo- me explica serio sin apartar su gris mirada de mi-.

- Primero suéltame- le pido-.

- Si respondes mis preguntas me lo pienso, hermosa fiera- me dice con una increíble voz grave que hace que estremezca entera-. ¿Cómo te llamas?-.

- Grace- le contesto sin pensar, arrepintiéndome al momento de abrir la boca-.

- Bien Grace, ¿pero que más?- inquiere con una sonrisa de boca cerrada-.

- No te importa Vane- le respondo mordaz-.

- Fierecilla, eso es ir con ventaja, sabes mi apellido, pero yo no el tuyo- me dice-.

- No se tu nombre- le digo al instante-.

- Axel, ahora tu apellido- ordena con voz grave-. Ya me estoy cansando hermosa y no me quieres hacer cabrear-.

- Delamar- apenas susurro-.

- Háblame alto Grace- responde ya cabreado-.

- ¡Delamar! ¡Grace Delamar! ¡¿Contento?!- le contesto histérica-.

- Joder hermosa, haber empezado por ahí- dice más calmado al verme tan alterada-. No te voy a comer a pesar de tener parentesco con Mary-.

Dejo que el aire llene de nuevo mis pulmones y relajo mi cuerpo ante sus palabras, al menos no me guarda rencor por mi hermana. Calmo las pulsaciones de mi acelerado corazón y me acomodo en el colchón, dispuesta a no cabrearlo demasiado para que me suelte y poder marchar.

- Es mi hermana mayor-.

- Pues solo os parecéis en el color de pelo querida-.

- ¿Cómo es ella ahora? ¿La conoces?- inquiero ante sus palabras-.

- Yo hago las pregustas hermosa; y si conozco a tu hermana, ¿acaso tú no la conoces?- dice con burla en la voz-.

- Si la conozco, tan solo no la veo desde que me dejó hace diez años- digo con la voz entrecortada-.

- No llores preciosa- me dice levantando mi cara para verme a los ojos-.

- Como no quieres que llore, si me abandonó, me dejó para vivir libre y yo encerrada. Escapó y no me llevó con ella, me condenó a vivir atrapada para casarme con su prometido. He crecido queriendo ser como ella, pero ni recuerdo como era. Y encima ahora soy una asesina y- rompí a llorar sin poder aguantar, dándome igual que fuera Axel el que estaba frente a mi-.

- Hermosa, ya pasó- me susurró rodeándome con su fuerte brazo mientras soltaba mis manos-.

A pesar de estar libre y poder huir, me aferré a este hombre, a pesar de tener que odiarlo y sentir asco de su simple presencia, algo me impulsó a no querer soltarlo. Se convirtió en mi soporte para evitar que me hunda. Siento que me susurra cosas que no escucho por culpa de los hipidos, pero no se enfada ni me aparta. Tan solo espera que me relaje.

Me separo de él y me giro en la cama para evitar que me mire. No se que es peor, si la vergüenza que siento por llorar, por estar con Vane o simplemente por dejar salir lo que llevaba días, semanas, meses e incluso años guardando como un tesoro.

Seco mis lágrimas que recorren mis mejillas con la manga sucia de mi camiseta e ignoro a Vane cuando abandona la habitación. Me quedo allí sentada sin moverme, a pesar de estar la puerta sin tranco. No me siento tan valiente como para huir.

Escucho al poco varios pasos entando en la habitación y dejando algo muy pesado en el suelo de madera, que cruje ante su contacto. Me giro de nuevo y veo como dos hombres llenan una bañera con agua caliente hasta arriba para acto seguido abandonar la sala. Miro a Vane, de pies en la estancia, que coloca un biombo separando la bañera de la mesa.

- Puedes bañarte, te hace falta, es agua dulce, yo me quedaré del otro lado, rellenando unos papeles- me señala rodeando la oscura tela para escuchar como se sienta en la silla que cruje con su peso-.

Dudando me deshago de los cinturones que sujetan las armas y las dejo caer al suelo, escuchándose el metal al chocar. Me quito la camiseta rota y con manchas rojas. Me siento en la cama y quito las botas de mis pies junto al pantalón. Aparto las vendas de mi pecho, que lo mantienen en su sitio en los entrenamientos haciendo que no sea incómodo moverme y deshago la trenza de mi pelo. Me acerco a la bañera de humeante agua y me hundo en ella.

Sin poderlo evitar suelto un suspiro de satisfacción al sentir mis músculos relajados después de casi un mes lavándome con agua de mar helada.

- Tu hermana es más bajita que tú, lleva el pelo muy corto ondulado y sus ojos siguen siendo verdes, al menos desde la última vez que la vi- escucho que Axel dice-.

- Gracias- digo feliz ante sus palabras-.

- ¿ Qué edad tienes?- escucho que pregunta-.

- Diecisiete, ¿tú?- pregunto de vuelta-.

- Veintiséis, ¿y quién es tu prometido?-.

- Francis Flynn, seguro lo conoces, es el comandante de la Marina y el ser más horrible de este mundo, ahora mismo estoy segura que mi cabeza tiene precio y dudo que quiera verme en su vida- le digo con pesar-.

Sangre RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora