Antuan estaba en el sofá, consolando a su hermano, abrazándolo, diciéndole cosas al oído y acariciándole la cabeza. Era una escena por demás linda, sin embargo no podía quedarme mucho tiempo viéndolos, porque sus padres estaban por llamar a la policía.
—¿Me puedes explicar por qué has venido con esa actitud?
—Porque no es posible que ustedes no puedan aceptar a su hijo tal cual es.
—¿Y eso a ti en qué te afecta? No te debes meter en vidas ajenas. ¿Tu familia es perfecta? De ser así, no te habrían sacado de tu casa.
Las palabras de la mujer me provocaron un cortocircuito que me nubló la vista de inmediato. No pude pensar en lo que diría después, lo que haría o cómo reaccionaría. Fue como si me pusieran una venda en los ojos y actuara solo por instinto, sin pensar antes las consecuencias. Mis ojos se dirigieron a los de ella y solo guardó silencio.
—¿Sabes por lo que he pasado? ¡Tan siquiera has imaginado todo lo que esa mujer me ha hecho! Evita demostrar tu ignorancia e infórmate antes de hablar sobre mí.
—¡No voy a permitir que le digas así a mi esposa! —reclamó el hombre acerándose y me apuntó con su dedo.
—No vine a discutir con unos retrógradas como ustedes. ¡Henry! —y volteé al chico quien estaba riendo con su hermanito. Me miró y se quedó expectante—. Nos vamos, creo que ya he hecho suficiente aquí.
—No, no te vayas, quédate —le rogaba el niño, tomándolo de la pierna mientras él intentaba caminar.
—Antuan, compórtate —le exigían los adultos desde la cocina.
Él pareció no darle importancia al regaño y quedó ensimismado, dejando caer sus pequeñas pero pesadas lágrimas sobre su rostro aun sonrojado. Aquella escena me partió el corazón, sentí que mi miocardio se encogió, rompiéndose en millones de pedazos, acompañado de un dolor punzante que me hizo recordar a Wilhelm.
—No me importa tu vida, eres mi hermano y te quiero a mi lado —seguía reclamando.
Por fin su hermano reaccionó y lo tomó entre sus brazos, haciendo que lo viera a los ojos. Se quedaron así por varios segundos; yo me encontraba perdida en un mundo paralelo, donde lo único que me salvaba de la locura eran los ruidos que percibía en el exterior.
Se dijeron algo de nuevo susurrándose en secreto, y al parecer Henry le dijo algo que lo emocionó tanto que le dibujó una sonrisa y sus ojos se iluminaron con mucha euforia. Sus pequeñas cejas se subieron y al voltear hacia mí, corrió rodeando los sillones que se atravesaban entre nosotros. Sin previo aviso me abrazó, sentí sus pequeñas manos rodeándome las piernas y su cabeza se rozó contra mí. Una sensación de ternura y tristeza me invadió. Acaricié su cabello y volteó hacia arriba.
—¿Tú cuidarás de mi hermanito? —preguntó con su voz aguda pero no llegaba a molestar como la de su hermano.
—Sí —me agaché y me acerqué a él—. Y te prometo que estará en buenas manos.
—Espera —y volvió al sofá en donde estaba, para recoger un peluche en forma de tigre con un trajecito y un bastón. Henry lo intentó detener pero no lo logró, extendiéndomelo con una sonrisita—. Quiero que tengas a Mr. Smile.
—Pero es tu peluche, no puedo aceptarlo.
—Quiero que lo tengas para que te cuide y cuide a Henry.
No pude soportar más y para evitar que me viera llorar, lo cargué y lo abracé. Nunca en mi vida había abrazado ni mucho menos cargado a un niño, sin embargo él no pesaba tanto y se acomodó de tal manera que no se podía caer aunque lo dejara de cargar. Tomé a Smile entre mis manos y después volví hacia Henry.
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Desolado (EN EDICIÓN)
Teen FictionPara Ágata Shcüler ser escritora ha sido siempre un hobby y un pasatiempo que le ha ayudado a mejorar su mundo. Pero no pasará mucho para que llegue un chico nuevo a su universidad, que resultará ser su profesor de música, el cual pondrá el mundo de...