CAPÍTULO 7

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Llevaba dos horas encerrada en mi recámara con el peor ataque de ansiedad que había sufrido en años, de hecho, no recuerdo haber tenido uno de tales proporciones. Todo a mi alrededor se veía oscuro, borroso, no sabía si se trataba del mareo que sentía, lo mucho que había llorado o era otra cosa. Mi cabeza no dejaba de pensar en ella. Volverla a ver después de cuatro años de haber escapado de casa, era como volver a caer en el infierno.

Poco a poco iba recuperando el aliento y la sensación de opresión en el pecho y asfixia iban desapareciendo. No sé cómo es que no me desmayé o me volví loca, pero creo que leer me ayudó a calmarme. Aunque siempre que escuchaba su voz, su risa o cualquier ruido fuera de mi puerta, trataba de no hacer ruido. No quería verla, no quería escucharla, quería estar lejos de ahí. Su mirada me dio mucho miedo.

De repente escuché golpes en mi puerta. Me metí en las cobijas como si eso fuera a ayudarme. Mi corazón se aceleró de nuevo y mi respiración se descontroló.

—Ágata, soy Otto, voy a pasar —y escuché que giró la perilla.

Un poco más tranquila, me quité las cobijas de encima y al cerrar la puerta, encendió la luz pero al lastimarme los ojos, desvié la mirada.

—¿Qué quieres?

—Quiero verificar que estás bien.

—¿Y para qué? Te advertí que esto pasaría si la llamabas. ¡Lo sabías!, pero nunca les importa lo que yo digo

—Relájate, Ágata, no es lo que piensas.

—Claro, seguramente ella es telépata y sabía que su hermana estaba grave y vino a esta casa y no a su departamento. ¿Por qué sigues tratándome como una niña que no sabe cómo funciona el mundo?

—¿Qué es lo que ganaría yo con traerla? Dime. Esa mujer solo lleva problemas a cada lugar en donde pone un pie. ¿Dinero? Sabes que ella es la mujer más avara y desconsiderada del planeta, no nos daría ni un solo euro. Nos odia, ¿entonces crees que yo expondría a mi madre de esta manera?

—¿Entonces por qué vino?

—No lo sé, Ágata, pero no creo que tenga buenas intenciones.

Comencé a convencerme de que él no tenía nada que ver con esto, pero por más que intentara convencerme por completo, no lo lograba. Algo dentro de mí desconfiaba él y más sabiendo lo convenenciero y mentiroso que era. Solo le decía que sí, pero una parte de mí no lo hacía. Aunque daba igual si la invitó o no, ella ya se había alojado aquí y por lo que veía, no se iría en mucho tiempo.

Otto salió de la habitación y yo me quedé en cama, mientras la luz led de mi laptop parpadeaba, esperando el momento en que la encendiera y se desbordaran todos mis sentimientos y mis frustraciones en su teclado. Pero esta vez no lo hice, solo la abrí para ponerme a leer un poco de que había escrito hace unas horas en la mañana, cuando mi cerebro se logró inspirar y pude escribir casi un capítulo completo de cuatro mil palabras, cosa que para mí era poco a comparación de las seis mil palabras que escribía en los primeros capítulos. Sabía que tendría mucho que editar después.


Para fortuna de todos los estudiantes de Caen, había llegado las tan esperadas vacaciones de verano y en ese pequeño pueblo de Normandía se comenzaba a sentir un poco de calor, no tanto, porque el clima era nublado y ventoso; perfecto para esta pareja que en cuestión de días, se irían a la playa para pasar sus primeras vacaciones juntos y alejados del ajetreo de la ciudad.

Emily tenía una sorpresa para su novio, estaba esperando el momento adecuado. Para llevarlo a cabo tenían que estar alojados en el hotel, o tal vez, aprovecharía cuando estuviesen viendo el atardecer, juntos, mientras las olas rompieran en los acantilados. Aun no sabía cómo decírselo, pero deseaba que el tiempo volase para poder estar ya ahí.

Desolado (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora