Aunque ella estuviese pasándola bien, su novio deseaba llegar al hotel de inmediato. Temía que tuvieran que regresarse a mitad del camino, o lo que era peor, que ocurriera un accidente. El dolor que estaba experimentando en sus articulaciones le prohibía mover muy bien sus muñecas y las rodillas. Pero nunca faltó una sonrisa en su rostro y comentarios graciosos, para que ella no sospechase nada. Él no sabía si estaba haciendo lo correcto o en realidad era cruel.
Al fin llegaron después de casi una hora por carretera, sufriendo de embotellamientos y puestos de revisiones rutinarios. Para fortuna de Jack, el hotel tenía valet parking, así que solo tenía ir a la parte norte del estacionamiento y dejar el coche a manos de los trabajadores del lugar.
—¿No es hermoso? —le preguntó a la chica quien estaba tomándole foto incluso al cielo, como si fuera distinto al de su ciudad.
—Es maravilloso. ¿Pero sabes que es lo mejor?
—¿Qué cosa? —la miró con detenimiento.
—Estar contigo, eso no tiene precio alguno.
A él se le llenaron sus ojos de lágrimas y la abrazó, sintiéndose afortunado de tener a una mujer tan bella y comprensiva a su lado. Emily no sabía lo que ocurría, la razón de su comportamiento antinatural, pero de todas maneras intentaba apartar todas esas teorías que solo obstaculizaban el disfrutar de las vacaciones, además, no podía olvidar la sorpresa que le tenía preparada.
—¿Vamos a la playa? —cuestionó mirándolo como una niña pequeña.
Las fuerzas de él se iban esfumando cada segundo que pasaba, una pesadez en el cuerpo, aunado al ayuno del viaje, le ocasionaban un mareo impresionante.
—De acuerdo, vamos —accedió y la tomó de la mano, simulando hacerlo de forma romántica, pero la realidad era que no podía estar equilibrado, tenía la esperanza que al caminar por la orilla de la playa, eso desaparecería.
Nada más llegando, el sonido del oleaje, las risas de los niños jugando en la arena, endulzaban los oídos de la chica. El cielo se encontraba despejado, y su color compaginaba a la perfección con el majestuoso turquesa del océano atlántico.
El corazón de Emily sabía que este era el lugar con el que siempre había soñado, porque tenía de compañero al chico de sus sueños. El mismo escenario, el mismo sentimiento de satisfacción, y el mismo chico. Estaba feliz, no cabía duda.
Jack, al contrario, hacía un esfuerzo sobrehumano por no caer al suelo, víctima de los mareos y el dolor punzante de cabeza que lo atacó de repente. Sabía que era algo con lo que lucharía hasta el momento en que su cuerpo cediera ante la enfermedad. Solo rezó para que esto lo dejara en paz y pudiera disfrutar de la vista junto a su prometida. Si supiera lo que su enamorada le estaba por decir, creo que lo haría replantearse las cosas de una manera muy distinta, igual que ella. Ambos tenían un secreto que les iba a cambiar por completo las vidas.
Luchó hasta el último segundo, pero su cerebro no pudo soportar más y sin dar previo aviso, sus sentidos lo abandonaron, su vista se esfumó, comenzó a percibir todas las voces en forma de eco y por fin, su cuerpo se desplomó en la arena, lo que generó demasiado pánico e incertidumbre entre la gente. Gritos, llamadas de auxilio y quejidos eran lo que escuchaba hasta que todo se quedó en silencio.
—No me dejes, por favor —fue lo último que escuchó antes de desaparecer por completo.
Mi lectura fue interrumpida justo cuando iba a comenzar a escribir mi parte favorita, cuando golpearon mi puerta con tal fuerza que sobresalté. Tuve que dejar la laptop a un lado de mí.
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Desolado (EN EDICIÓN)
Dla nastolatkówPara Ágata Shcüler ser escritora ha sido siempre un hobby y un pasatiempo que le ha ayudado a mejorar su mundo. Pero no pasará mucho para que llegue un chico nuevo a su universidad, que resultará ser su profesor de música, el cual pondrá el mundo de...