II - Mi ex

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A las ocho, Malfoy llevó a Zabini a su casa y preparó una cena para dos: mejillones de Bouchot, acompañado con chalotas, dientes de ajo, ramilletes de hierbas, huevos y nata; todo regado con Pineau de Charente.

Al tiempo que Draco cocinaba, Blaise se recreó dándose un baño relajante en la macro bañera de su amigo. La cena estaba casi lista cuando apareció por el salón vestido con pantalón y camisa holgada confeccionado en lino blanco.

—¡Ohhhhhh! —exclamó radiante de felicidad al acercarse a la barra americana, donde Draco emplataba los mejillones con su guarnición y terminaba de preparar una ensalada variada. —Eres increíble, Bro, pocos alfas saben cocinar tan bien como tú. —Se subió al taburete y observó al alfa sonreír orgulloso mientras picaba el pimiento. Su platinado flequillo se sacudía con cada movimiento enérgico al trocear.

—Espero que te guste.

—Todo lo que cocinas me gusta. — Susurró ensimismado.

—¿No te habías duchado en el trabajo?

—Sí, pero me gusta más tu bañera. En ella puedo relajarme con las bombas aromáticas y la música de relax.

Malfoy despegó la vista de la hortaliza y contempló a su amigo. Sus grandes y expresivos ojos negros miraban desenfocados a un punto perdido, con el semblante serio y la boca cerrada, algo insólito en él. Draco olfateó el tenue aroma a canela que desprendía el omega e inspiró una bocanada, arqueando una ceja. Blaise se percató y sonrió a la defensiva.

—Eres un narcisista.

—¿Cómo? —preguntó el alfa desubicado.

—Tienes el baño lleno de potingues, cremas, lociones corporales, acondicionadores... Y todo ello con aroma a canela.

—Te quejas a la vez que hueles a canela...

—He usado todos tus potingues jajaja.

—Me gusta mi olor.

—Pues deja de tomarte los inhibidores y regocíjate en tu propio aroma.

—Lo estropea el limón.

—En absoluto, Bro.

—¿Te gusta mi olor? —cuestionó sonriendo con suficiencia.

—Ummm no entiendo porqué me juzgas por ocultar mi condición si tú también haces lo mismo.

—Yo lo hago para controlar mejor a mi lobo y mantener la cabeza fría.

—Puedes hacerlo sin inhibidores...

—Y para que nadie se sienta intimidado e incómodo conmigo, ya tenemos a Theo para esas cosas. —se limpió las manos en el trapo de la cocina y colocó los platos en la mesa, ayudado por Blaise, que traía los cubiertos y dos copas. — Tú, sin embargo, lo haces porque-

—¡Qué nooooo! Eres pesadito con el tema _contestó al tomar asiento los dos—. No es que me avergüence de los míos...

—Sí lo haces.

—Bueno, solo un poquito. —Draco les sirvió vino blanco y se acomodó la servilleta de tela en su regazo.— Es para que me tomen en serio.

—Flaco favor te haces si pretendes mostrar lo que vales renegando de tu casta.

—También necesito mantener a raya a mi omega.

Sus miradas conectaron unos segundos silenciosos. El débil aroma a canela que desprendían ambos fue anulado por los platos humeantes de mejillones. Blaise rompió el contacto con esa mirada gélida y la desvío al manjar.

III En las garras del lobo (Saga Lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora