XVIII - Liberado

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—¡Chau Bro!

—¿No te tomas una copa? —le preguntó su amigo Theo.

—En otro momento —guiñó con picardía y le sonrió todo dientes—. En casa me espera un Alfa sumiso y lloroso con un delantal puesto jajajajaja.

—Ya me queda claro que perdí la apuesta, pero me da absolutamente igual, vale perderlo todo por mi omega.

—¡Oooooh! Qué poco te pega ser un ñoñas jajajaja.

—¿Tú y Draco tenéis algo?

—¿¡Qué!? —se bajó de un salto del taburete y colgó su bandolera en el hombro— ¿Porqué lo dices? ¿Te ha dicho él algo?

—No te pongas así —sonrió ladino su amigo—, lo pregunto por el momento asqueroso de veros comiéndoos la boca y frotaros como dos perros en celo

Blaise entornó la mirada con recelo.

—¿No me contestas? Hueles a él.

—¡No tenemos nada!

—Te está marcando...

—Aún no controla sus feromonas.

—Te reclama.

—¡Una polla! ¡Nadie tiene los cojones de reclamarme!

—Tú hueles a que le tienes ganas —continuó Theo con expresión chulesca, mirándole un poco por encima.

—A nadie le amarga un dulce, y quien dice un dulce dice una monta.

—Yaaaaa... Lo que tú digas, jefe.

—Me largo joder, no me apetece que me metas en el mundo yupi yei de parejitas perfectas y corazones de azúcar.

Theo se despidió con un desganado cabeceo y se encendió un cigarrillo, para quedarse mirándolo con añoranza y apagarlo en el cenicero de la barra. El omega salió a toda prisa por la puerta trasera con el corazón desbocado. ¿Sería verdad que lo estaba marcando con su olor y él no se había dado cuenta? Pues claro que sí, por eso le resultaba tan difícil quitarse su olor, craso error entonces porque Tom podría descubrirlo. Blaise murmuraba nervioso entre aspiraciones exageradas a su ropa, efectivamente olía a canela y limón, de su esencia solo quedaba el dulzón que potenciaba el del Alfa. Maldijo internamente haber sido tan débil y apretó el paso camino a casa de Draco, distraído en sus pensamientos.

A dos calles de llegar, un intenso hedor a salitre acaparó sus sentidos poniéndole alerta, pero era demasiado tarde, una mano grande y fuerte apresó su garganta por detrás y lo arrastró un callejón oscuro.

—¿Me has echado de menos, omega? — se jactó susurrando en su oído.

Blaise intentaba respirar, pero los dedos se hundían impidiendo el flujo necesario de aire. Sintió como el cuerpo del alfa cubría el suyo y restregaba su olor.

—Hiciste bien en liberar tu aroma, me pregunto porqué cojones no hueles a ti

El Omega boqueaba asfixiado, enfocando la vista al frente para ver un pared de ladrillo. Por mucho que lo intentaba, Tom esquivaba cada una de sus patadas y cabezazos.

—¿Qué dices? No te oigo omega, con lo mucho que te gusta la verborrea — Tom repasó su cuello de un lametazo, provocando una sacudida en el animal de Blaise. — ¿Sabes que he averiguado de tu follamigo?

El instinto de Blaise aullaba histérico por querer clamar, se retorcía y afloraba con ojos ambarinos y colmillos. — "No clames, o condenarás a muerte a un alfa inocente."

—Ese supuesto follamigo tuyo no es un mindundi ¿Eh? Eres un mentiroso, me dijiste que odiabas la mafia pero te juntas con más.

—No...p-ue-do rej-espij-aa.

III En las garras del lobo (Saga Lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora