XII - Yakuza

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Sábado noche en el Segno; Vísperas de Nochebuena.

Blaise tenía los nervios a flor de piel pese a que el recibimiento de la yakuza fuera como la seda, un éxito rotundo durante la primera hora de fiesta regada de alcohol, drogas, y muchos omegas serviciales. Con un atuendo más reservado -compuesto por pantalón negro y camisa color vino-, desplegó sus encantos como anfitrión y se aseguró hasta el último detalle de que no faltara absolutamente nada. Los yakuza conversaban entre sí, usaban su traductor o vociferaban babeantes ante los prostitutos más experimentados de su local. Daphne y Marlene como strippers, Lavender y Júpiter de camareros, y el resto dejándose manosear y bebiendo con los invitados. No saber el idioma le permitía escaquearse de conversaciones controvertidas o incómodas, bajando las probabilidades de obligarse a interactuar con tamaño zoológico de retrasados. En consecuencia, sonreía, cabeceaba, se paseaba entre los japoneses y susurraba órdenes a sus trabajadores. Tal y como vaticinó, su amigo Theo enfocaba todos sus esfuerzos en vigilar de reojo a Lavender, se le veía tan alterado y tenso que resultaba difícil al trato. Por contra, su amigo Draco pareciera moverse como una serpiente entre las aguas atestadas de depredadores, o dunas camuflando animales mortíferos. Su sagacidad le resultaba envidiable, esa expresión imperturbable le beneficiaba sobremanera a la hora de relacionarse con personas susceptibles de gran orgullo y honor. Blaise poseía valentía y determinación, pero nada de eso servía frente a lo esencial de su naturaleza, que estiraba como una soga al cuello hasta estrangular sus capacidades. Era un omega rodeado de Alfas, poco importaba si era el dueño, el más poderoso en su territorio o que no supieran de su condición, seguía siendo un Omega cercado por alfas, y su instinto tendía a doblegarse a la casta dominante. Esa era principalmente la razón por la que de vez en cuando ocultaba una trémula mano en los bolsillos, o se tomaba un par de copas de alcohol para aplacar su nerviosismo. Los años anteriores no recibieron a tantos, ni muchísimo menos al jefe, y sobre todo porque al Cerbero le acompañaban dos cabezas a sendos lados, asentadas, seguras y dispuestas, este año no disponía más que su férrea voluntad y un animal que en ese momento lloriqueaba débil por no poder desprender el mensaje de ruego y sumisión a un Alfa.

"¡Maldito omega inútil!"

—Kon'nichiwa, Watashi to kite...

¿Gomen? «¿Perdona?»

Un japonés trajeado y con la corbata aflojada se había aproximado a la barra a sonreírle medio borracho. Blaise le correspondió el gesto y extrajo el móvil para acceder a internet y no quedar como un completo ignorante ante ese hombre.

Watashi to kite, omega —repitió con los morros levantados y mirándole lascivo— Omegaaaaaa.

Únicamente entendió la palabra Omega, así que desestimó el traductor Google porque no había forma de comprender lo que pronunciaba ese Alfa. Suspiró hondo, expulsando el aire lentamente y ponderando su respuesta.

—¡No omega! Gomen, no omega.

"Este hijo de puta sabe que soy el dueño beta, ¿Pretende insultarme creyendo que estoy en el menú?"

—¿No omega? —bizqueó desconcertado— Watashi to kite hansamu «Ven conmigo, guapo» — Plantó sobre la la barra un fajo grueso de billetes, repasando con ojos hambrientos el cuerpo de Blaise.

"¡El cabronazo insiste! ¿No se supone que a los japoneses no les gusta lo extranjero, y menos un afro?"

—Beta. Watashi B-E-T-A. «Soy Beta» — vocalizó exagerado para hacerse entender. Ese yakuza iba tan ebrio que bien podría confundir un ano por tubería.

Sumimasen, Yamamoto-san, sēnyo no ōnā wa zabīnidesu. — Draco había aparecido como una exhalación junto a él y desprendía el débil aroma a canela que transmitía territorialidad al dirigirse al japonés.

III En las garras del lobo (Saga Lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora