Primer arco : La mente de la niña

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1. Amaris Aureum

En su corazón, Amaris sabía que era especial, pero no se trataba de algo como lo que ocurría en los cuentos, ella no quería tener magia o un don que le facilitara la vida, en primer lugar, era tan niña como cualquier otro niño de cuatro años, pero en noches como aquellas, cuando Yue le cantaba sus canciones favoritas, sabía que definitivamente algo era diferente, sobre todo porque al mirar hacia el cielo desde su ventana, encontraba paz y tranquilidad solo con admirar la belleza inconmensurable de su Diosa, Ur.

Yue terminó de cantar y le pidió que se durmiera, ella accedió siendo presa del cansancio, se sumergió entre las sábanas y se dejó caer en un profundo sueño. La jovencita permaneció junto a ella unos minutos más para luego volver a su habitación, le costaba ocultarlo, cada día era más complicado creer en Briana pues, su misión era enviar una carta a la madre de Amaris y era imposible que tras casi 5 años, la respetada mujer no se hubiera pronunciado. Mientras lo pensaba por milésima vez Briana entró en la habitación.

—¿Aún no recibes una respuesta de la señora Igna?—preguntó tan pronto cerró la puerta.

—No—escupió con aquella agresividad que nunca la abandonaba.

Ahora que no había un amo en la mansión, la robusta mujer se había tomado la libertad de ser ella quien diera órdenes, se paseaba oronda por todo el lugar dando alaridos si encontraba algo que no le gustaba, que básicamente era todo.

—Pronto serán 5 años, es imposible que mi señora Igna sea capaz de-

—¡Basta! cállate de una vez, sigo durmiendo aquí porque debo admitir que este es mi lugar, pero no por eso aguantaré tus preguntas y comentarios hacia esa mujer, si no le dio la gana de venir a velar por su hija entonces ya no es nuestro problema.

—Claro que lo es, sólo tene-

—Seguiré el deseo de nuestro señor a como dé lugar, el orfanato se fundará la semana que viene, no lo atrasaré más, ya no habrá señores o amos y esa maldita mocosa será una huérfana más—Sentenció para luego dejar caer su agotado y sudoroso cuerpo en la pequeña cama de madera que tronó al instante.

Lo que Briana dijo se cumplió al pie de la letra y es que la mujer aseguraba haber sido encargada de las labores del orfanato por el mismo amo antes de morir y ninguno de los sirvientes se atrevió a cuestionarla, incluso algunos decidieron renunciar y marcharse ya que sabían lo que pasaría si era ella quien tomaba el control de la mansión. Al principio la noticia de que la gran mansión Aureum sería ahora un orfanato recorrió gran parte del Reino, pero, de la misma manera fue olvidada, no parecía ofrecer más que alojamiento para los niños abandonados, no había beneficios para los nobles más que el mérito de ser "un líder que vela por el bienestar del pueblo" cosa que se podía lograr de muchas otras maneras, esta situación preocupó a la poca servidumbre que quedaba.

Pasado un año, en la mansión vivían alrededor de 20 niños, entre las cuentas y para su desgracia, figuraba la pequeña Amaris.

—¿En verdad pretendes que camine por aquí? el piso está asqueroso ¡vuelve a fregar los pisos maldita mocosa! y esta vez, hazlo bien—con mucha tranquilidad Amaris se esforzó más en su labor y sin que lo notara, silenció los alaridos de la gorda tras ella entonando en su mente una de las canciones de Yue. Cuando por fin fue libre corrió en busca de su amiga en la cocina y esta al verla no pudo evitar sentir una presión en su pecho.

—Amaris ¿Qué te ha ocurrido en el rostro?—La mujer se apresuró a limpiarla y tratar de aliviar el dolor con algunas pomadas.

—Briana estaba molesta conmigo porque el piso estaba muy sucio, pero ya he terminado así que vine sin que me viera para que me sigas enseñando a escribir.

Caperucita de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora