Prólogo

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Me siento tranquila cuando hablo contigo madre, sé que me escuchas, sé que me observas, sé que me cuidas y acompañas desde que fui concebida. Percibo tu gracia y evoco oraciones cada día para seguir recibiendo tus bendiciones, santa madre, santa mía, mi fe es tan fuerte que me permite avanzar a pesar de mi fragilidad...

Mientras corría, mientras percibía la respiración del depredador tras de mí, incluso al verme frente a sus oscuras fauces, Diosa, mi fe inquebrantable permanecía... Santa mía, si desde el principio yo me hubiera enterado de que tú; Diosa de la luna y el bosque, protectora de las mujeres y lo sagrado, madre y santidad de los lobos, decidiste bendecir a esta humilde cierva... seguramente habría logrado cumplir con tus expectativas, pero ahora, sin querer ofenderte me pregunto ¿Por qué he tenido que enfrentar semejante prueba? ¿Por qué permites que cosas como está me ocurran? quiero decir ... ¿Cómo diablos me encuentro dentro del estómago de un lobo feroz? . . . Por favor madre, sácame de aquí.

Caperucita de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora