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La fuerte necesidad de proteger a su pequeña hija le hacía olvidar el miedo, el desespero, el ardor en sus pies, el frío y en especial el dolor de la grave herida que lentamente lo debilitaba. No comprendía por qué nadie le avisó que el sendero estaría repleto de lobos corruptos y aunque trató de no salirse del camino hacia su mansión después de haber perdido a sus sirvientes, le fue imposible evitarlo al verse rodeado. Mientras intentaba calmarse arrullaba a la pequeña para que no hiciera ningún ruido, todavía podía sentir muy cerca la presencia de sus cazadores y rogaba a Ur, su Diosa, que así como veló por el nacimiento de su bebé hacía tan solo unos cuantos meses, ahora la protegiera, incluso si solo ella sobrevivía. La Diosa, conmovida por aquellas súplicas le mostró el camino seguro hacia la mansión haciendo brillar la luna llena. El hombre lloró agradecido por su clemencia y avanzó a paso seguro. El viento le susurraba que su muerte estaba pronta, pero el recibía el fresco como un regalo, como un apoyo para continuar hasta el final.

Minutos más tarde, los gritos del amo fueron escuchados y los sirvientes salieron apresurados a socorrerlo, entre ahogados gemidos de dolor entregó la bebé a la más joven de las criadas y también a quien le tenía mayor confianza, Yue. Luego, entregó sus últimas palabras a Briana, la matrona.

—Cuida de Amaris... y también, es importante que envíes una carta a Tormes... Ella tiene que enterarse de lo ocurrido—sonrió al ver asentir a la mujer y comenzó a dejarse llevar hacia la muerte pues, no había medicina que pudiese sanarlo ahora que ya había perdido tanta sangre.

Yue se acercó de nuevo llorando en voz baja, creyendo que lo mejor era que estuviera junto a su hija hasta el último momento, el moribundo sonrió agradecido, volvió la vista hacia la luna y con oraciones y plegarias agradeció a Ur de nuevo por cuidarla, entregando su último aliento imploró bendiciones para la niña, sin él, temía por su existencia. Lo último que logró ver antes de partir, fue la amable luz de la luna abrazando a su bebé. 

Caperucita de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora