Me encontraba en mi habitación, pintando una pequeña figura de barro como regalo para mi pareja. Mi pareja es un líder de la mafia, nos casamos no hace mucho, pero hay cuestiones qué definitivamente no son de mi agrado.
Los pesados pasos de mi pareja, junto a sus subordinados resonaron por el pasillo qué finaliza en mi cuarto. Me levanté rápidamente, intentando esconder todos los materiales que estaba utilizando para el regalo. La puerta se abrió con brusquedad, nervioso escondí la figurilla de barro detrás de mí, sonreí ansioso.
Los hombres de traje se separaron en dos filas para dejar pasar a mi pareja.Llegó hasta enfrente, uno de los hombres se acercó a él y le susurró algo al oído. Yo veía de reojo el cuarto, percatándome que no escondí bien la arcilla, sentí una gota de sudor pasando por mi frente. Cuando regresé mi mirada al frente, mi esposo estaba a pocos centímetros de mi rostro, pasé la saliva con dificultad.
-Me traicionaste cariño- habló con ese tono serio y acusador con el que hablaba cuando negociaba con los que le debían dinero, después terminaban muertos.
Sentí mis piernas perder su fuerza, no sabía de lo que hablaba.
Intenté tocarlo con una de mis manos, pero me detuvo alejándose.-Yo no te he traicionado, no sé de lo que ha- me miró con tanto dolor y arrepentimiento en sus ojos, se retiró de la habitación sin mirarme, sus hombres me sostuvieron de los brazos y me taparon la boca. Forcejee, soltando el pequeño lobo de barro, se rompió al tocar el suelo, quería llorar, sentí mi corazón estrujarse.
Me enviaron a un cuarto, en él había una cama donde a penas si cabía una persona y una cubeta para hacer las necesidades.
Cerraron la puerta metálica con el candado. Lloré amargamente, acostandome en el suelo en posición fetal.Desperté por el sonido de la puerta abriéndose, de ella emergió como una peste, un subordinado de mi marido. Él me daba mala espina, siempre quería recibir elogios, era prepotente y egocéntrico.
Caminó hasta estar frente a mí, se agachó para estar a mi altura, me tomó del pelo toscamente. Me miró con sus aires de grandeza y burla. Azotó mi cabeza en la pared con toda su fuerza, estaba aturdido, la sangre escurrió por mi piel hasta caer en el suelo. Sentía que no me podía parar, lo intenté pero mis piernas flaquearon, sentía que el suelo y las paredes daban vueltas sin un sentido concreto.
El hombre que estaba conmigo, me dió un empujón con su pierna, puso su pie en mi espalda aplicando fuerza, sentí que se quería subir encima. Un dolor abominable se hizo presente en mi pecho, algo tronó, respiré con dificultad. Estaba asustado, el hombre blanco agarró nuevamente mi pelo sin una pizca amable en su ser, sin retirar su pie de mi espalda.
- Esto solo es el comienzo de tu castigo por traicionar al jefe- sonrió con malicia.Quitó su pie de mi espalda, soltó mi pelo empujando mi cabeza; recibí una patada en el costado derecho, el aire se fue por unos instantes.
El hombre de ojos cafés casi llegando a negro, se agachó, sacó un cigarro y un encendedor, prendiendo el tubo de papel con hierbas.De su boca salió el humo gris con su característico olor. Al acabarse el cigarrillo, lo apagó con el dorso de mi mano, aguanté un chillido de dolor. La puerta se volvió a abrir, mi pareja emergió de ella, su mirada llena de furia estaba fija en su subordinado.
A grandes y pesados pasos se acercó a él, lo agarró de la blanca camisa, azotandolo en la pared con su casi fuerza sobrehumana.
-¿Quién te dió el derecho de tocar lo que no te pertenece?- habló con una voz ronca cargada de venganza. El contrario apenas abrió la boca para hablar, pero el puño albino de mi marido hizo contacto con la grotesca cara del hombre frente a él.Mi esposo volteó a verme, y aún más enojado que antes, presionó la cabeza de aquel hombre hasta aplastarla por completo.
-Si alguien más se atreve a hacerle algo a mi pareja, sufrirá peores consecuencias- demandó con una imponente voz.Uno de los hombres se acercó a él con un cuenco con agua, mi esposo Kendrik , metió sus manos al agua para limpiar la sangre de sus manos.
Después de limpiarse, se acercó a mí -Kendrik yo no- me tomó en brazos y caminó fuera de la celda.
-Lo sé, lo siento- susurró con arrepentimiento.-Llamen a Carlos- dijo con voz seria. Carlos es mi hermano, un excelente doctor, y cuando lo llamaba era por que algo lo preocupaba demasiado.
Kendrik estuvo todo el tiempo conmigo, no me soltó un solo momento, ni siquiera cuando mi hermano tuvo que vendarme la cabeza.
Pero mi hermano se lo llevó al balcón para hablar con él, Carlos parecía molesto, empezó a hacer ademanes bruscos con sus brazos, mientras caminaba cuál león enjaulado.Regresaron a la habitación. Mi hermano agarró una silla de ruedas.
—Luna, vámonos — ordenó con tono triste, yo negué con la cabeza. Mi hermano se incó a lado mío, tomando mis manos con cariño.
—Por favor, ven conmigo, vamos a casa, Caésar está abajo esperando— susurró, insistiendo, posó su cabeza en mis palmas sin soltarme. Negué nuevamente. Diciéndole que esa casa ya no era mi hogar.
Levantó su rostro lloroso. Me abrazó, despidiéndose de mí, con un beso en la frente.Salió de la habitación, dejándome a solas con Kendrik. Mi querido albino se sentó en la cama con cuidado de no lastimarme.
—Debiste aceptar ir con él, estarías más seguro allá con ellos que conmigo— murmuró tranquilo, mientras soltaba un suspiro.
Lo miré, el se acercó más a mí, me rodeó la cintura cuidadosamente con sus blancos brazos. Yo correspondí su abrazo.
Me levantó con cuidado y me puso en su regazo.Puse mis brazos alrededor de su cuello, recargué mi frente en la suya.
Me miró a los ojos, sus cuencas grises brillaron con dulzura. Sonreí, mis labios tocaron su nariz depositando un beso en ella.
— Si yo hubiera aceptado ir con ellos,
tu mundo se caería a pedazos— sonrió burlón.
