❝Era un demonio que se disfrazó de ángel frente a todos nosotros.❞
→ Ashley podía ver la felicidad en el rostro de todos sus hermanos, sin embargo ella jamás había sido capaz de sonreír verdaderamente y ni siquiera sabía el por qué. Se sentía vacía...
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DIFICULTADES.
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El subterráneo de su escondite era un lugar al que tan solo ciertas personas podían tener acceso. Porque allí realizaban la mayoría de sus experimentos, y escondían toda la oscura información acerca de los demonios y sus planes mientras que en la superficie, los niños que habían rescatado durante todos esos largos meses vivían felices y tranquilos a la luz del sol. Tan solo algunos de los supervivientes del infierno, también conocido como Lambda, tenían el permiso para entrar a ver las atrocidades que los jefes de la resistencia estaban llevando a cabo.
Ashley no sabía a cuántos demonios había torturado, o cuántas veces la asquerosa sangre de aquellas criaturas había manchado su pálida piel. Y es que había perdido por completo la cuenta por dos principales razones: la primera era porque su sed de sangre a veces le nublaba tanto la vista como la mente, convirtiéndola en una máquina de matar que solo pedía y pensaba en venganza. Y la segunda razón era porque no le interesaba contar con cuántos demonios habían experimentado y acabado en el subterráneo, era inútil saberlo porque no le servía.
━Mmm... necesito distraerme.━murmuró observando con aburrimiento las notas acerca de los experimentos que llevaban a cabo, y al observar a su alrededor y ver que por fin se encontraba sola; se levantó y se acercó a la pared con un rostro serio. Llevó sus manos hasta la estantería que estaba recargada en esta y movió ciertos libros en una secuencia determinada. Entonces la estantería se movió a un lado dejando ver una pequeña habitación escondida, y la albina se adentró en ella mientras no dejaba pista alguna para ser encontrada.━A repasar el plan por enésima vez.━concluyó mientras tomaba asiento en su propio escondite.
Después de todo, recordar que en Grace Field Isabella tenía una sala donde guardaba sus propios secretos, la había inspirado a ocultar sus intenciones también. Cualquiera que entrara al escondite de Ashley pensaría que allí había ocurrido una catástrofe: todas las paredes estaban llenas de dibujos, letras extrañas y tachones, al igual que había demasiados papeles tirados por el suelo y varios documentos y mapas colgados por el lugar con varios destinos rodeados en rojo. La albina ni siquiera se tomó el tiempo de prestar atención al desorden que ella misma había hecho durante todos esos meses y simplemente tomó su lápiz y su libreta para distraerse.
