13. Deseos encontrados

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Capítulo 13

Skandar Foster

La tela de seda de su camisón se asienta en sus caderas cuando ella las mueve ligeramente, y no le importa en absoluto. El vacío en su interior se hace más profundo y sabe que es demasiado consciente de ello, por eso me observa siempre, tratando de aliviar la necesidad que la consume.

Mis labios se arrastran por una de sus mejillas, para llegar a su lóbulo

―¿Y cuál sería esa condición? ―preguntó.

Ella suspira, mis manos deslizándose desde sus hombros hasta su pecho para enterrar mis palmas en ella y empujarla un paso atrás.

Sus miradas se encuentran.

―Arrodíllate ― le respondí, enviandole corrientes de electricidad por todo su cuerpo con aquella mirada que la desafiaba ―Arrodillate ante mí y entonces sabré que realmente me deseas.

Oh, por supuesto que ella estaría de rodillas... pero no como objeto de mi orgullo.

Y así lo hizo.

Sus labios se separan aún más cuando mi pulgar se introduce en su boca, acariciando su lengua al tiempo en que da un nuevo paso hacia ella, lo suficiente para que su rostro quede a la altura de sus caderas.

―He sido demasiado egoísta al no saciar tu necesidad ―comencé hablar mientras lentamente deslizaba mi pulgar desde su labio hasta su barbilla.

―Ya me tienes aquí ahora, arrodillada ante ti ―hice a un lado su cabello poniéndolo atrás de su hombro.

Mi bota se presiona contra ella y Josephine baja su mirada, cerrando los ojos con fuerza cuando las olas de placer volvieron a llenarla.

―Eso es ―dije con una voz ronca ―Se una buena chica y córrete en los pies de tu adorado demonio.

Estaba mal. Estaba jodidamente mal que esto estuviera pasando, pero se sentía tan bien.

Los espasmos zarandeando su cuerpo, el calor llenando su centro, las olas de calor abanicando su piel. Era algo que daría por volver a sentir una vez más.

Entonces, se dejó llevar por los ojos de su pervertido ser del inframundo.

Deslizo una de mis manos por la piel de Josephine ante el pensamiento. Quito mi bota de su centro para levantarla a lo que poco se podía mantener de pie por el temblor de sus piernas, la sostengo desde la cintura, deslizándo mis manos por sus caderas para comenzar a bajar lentamente por su cuerpo.

Mentiría si dijera que alguna vez no soñé con hacer esto.

Que se rinda ante mi.

Podía haber una máscara rígida cada día cubriendo mi rostro. Una fragmento de mi siendo lo más oscuro, retorcido y enfermo que podría existir en el mundo. Pero si Josephine me lo pedía... ponerse sobre sus rodillas para complacerla sería lo único que me haría feliz.

―Oye ―oí a lo lejos.

―¡¡Oye!! ―más fuerte.

Sentí un fuerte cachetazo.

―¿¡Qué!? ―me levanté alterado.

―Ya nos vamos y tu sigues durmiendo como una morsa ―decía muy enojada haciendo sus exageradas gesticulaciones.

―¿Qué?.

―¿Sólo sabes decir eso? ¡Que te muevas ahora! ¡ya! ―dijo por último para salir.

¿Qué rayos? ¿Estuve soñando con esa niña?

Josephine Everglot © |Libro 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora