Prólogo

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Te quise tanto, que cuando me rompiste el corazón te saqué de ahí para que no te hicieras daño.
- Mario Benedetti.


A CORUÑA

La Torre Hercón, conocida popularmente como Torre Costa Rica, construida con una estructura de hormigón entre el 73 y el 75 se alzaba a 119 metros de altura en la Metropole. El piso más alto, el 33, contenía el apartamento más lujoso de todos: el ático, una obra de elegante diseño cuyas paredes estaban tintadas en blanco y negro dónde los suelos de mármol en toda de la vivienda devolvían el reflejo de los enormes ventanales que iban del suelo al techo. El cristal llegaba a proporcionar una delirio tan regio que habría producido vértigo incluso a aquellos que no temían a las alturas. A pesar de la espectacular vista, el hombre de pie en frente a la ventana no parecía especialmente impresionado ante ella. Su rostro, estrecho y ascético, tenía el entrecejo fruncido. De repente, se dio la vuelta, le dio la espalda al cristal.

Muy por debajo discurría la gente por toda la calle, los escaparates de las tiendas cambiaban ya las prendas de los maniquís asegurando una nueva temporada donde se incluían nuevas prendas de ropa o inclusive las mismas pero modificadas. Nadie se había percatado de cómo una "marca" se introdujo tan a la perfección llevando la absoluta contrariedad a lo que se estaba acostumbrado entre las marcas más conocidas de todos los tiempos como podían ser Levi's, Guess, Tommy Hilfiger, Empoiro Armani....
Un joven de 26 años en plena dictadura franquista, concretamente en el año 1963, funda un pequeño taller, dedicado a la confección de albornoces, cuyo nombre son sus iniciales en sentido inverso G.O.A, SA. Amancio Ortega desarrolló una filosofía de no ser solo vendedor, sino también fabricante y distribuidor.

— ¿Aún no estás listo? — exigió,
pasándose una mano por el cabello blanco. — Llevamos aquí casi una hora.

Brais, estaba de espaldas con aproximadamente 40 hojas rodeadas con sus manos y tras la pregunta relatada hizo que se sobresaltase y cayesen los mismos papeles al suelo. El muchacho arrodillado, alzó los ojos hacia él, un tanto nervioso mas tenía una expresión irascible en su rostro.

— Braisiño sáltate el procedimiento,
tenemos que salir, ya.

A Brais le goteaba el sudor de la frente y se apartó los cabellos hacia atrás con una mano cuyos dedos estaban conectados por la tinta del tatuaje que había provocado que sus padres dejaran de hablarle. Posterior a dicha disputa, se tatuó en la caja torácica a la derecha: VENI · VIDI · VINCI

— Hecho — dijo por fin, sentándose
hacia atrás sobre los talones con un suspiro. — Está hecho.

De cerca era fácil ver que no obstante, a pesar de tener el cabello blanco, el hombre no era tan viejo. Mantenía el rostro duro y severo pero sin arrugas con los ojos firmes. Sonrió.

— Bien, vayámonos ya.

𝐀 𝐌 𝐎 𝐑 𝐄.   [PABLO GAVI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora