7. Riad?

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Los posteriores 3 días, Ámbar no había sabido nada más de los chicos ni del "puñetero" contrato. Que lo tenía hasta en la sopa.

De todos modos, las invitaciones no faltaban para que los acompañase a todos para quedar. Mismo quedar para jugar a un partido en casa de alguno, ir a la piscina de casa del otro....

Pero ella decía que no.

Ámbar sencillamente no quería ver ni oler a una persona.
Y era Pablo.

Chiara había hecho muy buenas migas con Sira y eso le alegraba. Sabía las dificultades de su amiga para relacionarse, daba igual del tipo que fueran, y en cierto modo le calmaba que estuviese en buenas manos, porque se les veía a todos muy unidos y buenos, de no ser por el puto sevillano.

Aún así, el canario. El que verdaderamente le interesaba a Chiara, era todo lo contrario a su amigo. Era dulce, amable, risueño y tímido de un modo que hasta resultaba simplemente atractivo. Estaba convencida de que si Chiara no le hubiera puesto los ojos encima, se los habría puesto ella misma.

Estaba sentada y tranquila mirándose en el espejo, en la tapa del váter en el cuarto de baño. Mucho antes de haberse fumado otro cigarro, seguía observándose con aprensión, en el mismo espejo, cada uno de sus rasgos con tan solo 18 años.  Como si tuviera miedo a ver esos mismos rasgos alterarse.
Miedo a ver, un día, su propia imagen sola en aquella mesa; y no llorar ni tampoco reconocerse.

Volvió a lavarse pensativa y despacio la cara.

*****
     — Yo las cosas no las suelo hacer así, no me meto tanto.— Dijo, dejándolo caer.

Habían visto desde arriba como se llevaban a una persona esposada de la misma discoteca en la que ellos estaban. Era brasileña.
Guardó silencio un par de segundos. Antes de seguir diciendo que sería oportuno entrar ya y que estaba haciendo frío. Antes de que se diese cuenta de que Ámbar le estaba mirando muy seria; no como si no entendiera, sino retándolo a seguir, hasta el punto en el que el andaluz se vio obligado a encogerse de hombros y añadir: o se meten a follar o las matan.
     — Que sabrás tú de eso— había dicho ella.

Y lo dijo con tono de superioridad y con cierto desdén que hicieron sentirse a Gavi bastante ofendido. Que se había creído esta italiana estúpida, llegó a pensar.

Iba a decirle unas cuantas cosas diciéndole que él de mujeres y de coños sabía mucho; y que si no le parecía bien estaba a tiempo de buscarse otro chaval en la discoteca.
Pero se quedó callado. Porque creyó comprender que ella no se refería a eso, a los hombres y a las mujeres que te follan y luego desaparecen. Sino a algo más complicado de lo que él no estaba al corriente. Y esa noche, junto a la terraza. Gavi intuyó que el comentario de Ámbar tenía menos que ver con las mujeres que se van a las que matan.
Porque, en el mundo del que ella procedía, que te mataran era una forma de irse tan natural como cualquier otra y más en Brasil.
*****

Tenía una foto en el bolso. La que llevaba en la cartera desde hacía mucho tiempo. Desde que Chiara se la hizo a ella y Alessandra cuando todavía vivían las tres en Brasil.

Estaban solo Ámbar y Alessandra en la foto. Y se las veía bien, riéndose y abrazándose frente a la cámara.

El bikini puesto, con la camisa amarilla.
La misma ropa que tenía la última vez.

Su gesto risueño contrastaba con el de Ámbar, que apuntaba sólo con una sonrisa entre inocente y desconcertada y su tan característico pelo negro. Alessandra tenía 14. Pero ella en esa foto tan solo contaba con 9 años. Y, además de niña pequeña, Ámbar parecía frágil con los ojos bien abiertos por el flash de la cámara, sin saber todo lo que la vida le tenía preparada.

𝐀 𝐌 𝐎 𝐑 𝐄.   [PABLO GAVI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora