9. El arma preferida

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Gavi se apoyó en el marco de la puerta, haciendo caso omiso del subidón de adrenalina que le produjo ver a Ámbar en esas circunstancias. Se preguntó porqué y, no por primera vez. La sutileza y agresividad al mismo tiempo que tenía Ámbar para usar su belleza.

No se le ocurrió ni una razón para que ella estuviera allí, no tenía sentido común después de no haberse ni dirigido la palabra en todo el día desde que llegó y lo último que ella le dijo fue suficiente como para ni molestarse en buscarla.

Las palabras eran armas, su padre se lo había enseñado y él había querido herir a Ámbar más de lo que nunca hubiese querido herir a ninguna otro chica.

De hecho, no estaba seguro de que hubiera querido hacer daño a una chica antes. Por lo general se limitaba a desearlas y luego a desear que le dejaran tranquilo.

     — No me digas,— empezó a arrastrar las palabras del modo en el que ella odiaba. No es que ella se lo hubiese hecho saber, pero las caras la delataban y a él le gustaba particularmente hacerla enfadar.— Te han hecho la putada de tener que llamarme para gastarme una broma.

Ámbar siguió mirándolo sonriente.

     — Pues tendrás que esperar a mañana,  que estoy fuera de servicio.— Se señaló a sí mismo— ¿Ves?. Pijama.

Ámbar enarcó la ceja, todavía seguía sonriendo. Y eso a Gavi le provocaba bastante interés y tensión.

— ¿Tu pijama consiste en llevar sólo el pantalón de entrenamiento de la temporada pasada?— preguntó Ámbar observándolo de arriba abajo.

Iba a responderle pero el aparatoso ruido de una de las puertas contiguas hizo que Gavi instintivamente agarrase a Ámbar de la cintura sin esperar su aprobación y cerrase la puerta mientras le tapaba la boca con la mano y con la otra le hacia un gesto de silencio sobre sus propios labios.

La madera estaba helada, y Ámbar no tuvo tiempo de cogerse una simple chaqueta porque la euforia la había llevado a esa estrepitosa situación donde el futbolista del momento, Pablo Gavi, estaba perfectamente pegado a su cuerpo y detrás una pared de madera, que le mandaba corrientes por todos sus nervios.

No se había dado cuenta de que él había ido deslizando su mano hacia su espalda y que ella tenia la mano puesta sobre su torso desnudo.

Tocándolo bien, estaba bien bueno para lo imbécil que era.

Se quedaron mirándose en la oscuridad, con las respiraciones agitadas, hasta que oyeron carraspear a alguien desde el pasillo. Todavía mirándose y ahora bastante nerviosos.
Gavi intentó coger el pomo de la puerta para abrirla pero sin querer le había tocado el culo a Ámbar.

— ¿Pero qué coño haces niñato?— susurró.

— Abrir la puerta idiota,— contestó él con el mismo tono.

— ¿Pero te crees que soy imbécil? si me has tocado todo el culo aprovechado de mierda.

Gavi ya no sabía si era por la temperatura del país, la tensión sexual creada con Ámbar o por sus hormonas revolucionadas de "adolescente", que cogió y con la palma de la mano agarró el culo de Ámbar bien fuerte para seguidamente darle una cachetada y acercarse al oído y susurrarle.

— Si hubiese querido tocarte el culo, créeme que te lo habría tocado así.

No pasó ni un minuto cuando Ámbar le soltó un bofetón a Pablo que le había dejado la cara de lado.

— ¿Gavi eres tú?— se escuchó una vocecita del pasillo otra vez.

Gavi apartó a Ámbar y abrió la puerta de golpe. Gritando a susurros.

𝐀 𝐌 𝐎 𝐑 𝐄.   [PABLO GAVI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora