XI

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Coloqué todas las cosas que Jennie me pidió en una bolsa y las coloqué debajo de los arbustos donde nadie podía verlas.

Tenia que ser muy astuta, teniendo en cuanto el hecho de que Sana Minatozaki estaba muy atenta.

Después de eso seguí con el resto del plan.

Esa noche, Jennie estaba en una silla de ruedas fingiendo una migraña, ya que, después de casi cortarse las muñecas, todavía había debilidad en su cuerpo.

Era obligatoria llevar a los pacientes en una silla de ruedas, mentalmente sanos o no, y esta era una buena oportunidad para lo que fuera que había planeado.

Cuando llegamos a la planta baja, miró el pasillo, esperando que apareciera un médico, para su suerte la Dra. Chou estaba haciendo rondas habituales.

Dulce y comprensiva Dra. Chou Tzuyu, que estaba asustada de Jennie por obvias razones.

- Dra. Chou, es un placer verla después de mucho tiempo - dijo Jennie.

La doctora Chou sonrió cortésmente buscando una respuesta que no molestara a la loca.

- Igualmente.

Jennie río.

- Nunca pensé que me diría eso, doc, todavía estoy esperando su respuesta para nuestra cita en el café - dijo Jennie con un guiño y seguimos nuestro camino.

- Buenos, la Dra. Chou no está loca, así que deberías encontrar a alguien de tu calibre - contesté.

- ¿Alguien como tú? - Preguntó.

Resoplé, girando la silla hacia el patio del hospital.

En la entrada del hospital, Jennie se puso de pie y sacó el bisturí. Era demasiado rápida para reaccionar.

Me agarró con fuerza, su brazo se enroscó alrededor de mi cuello, la cuchilla quirúrgica estaba apenas debajo de mi linea de la mandíbula, casi clavándose en mi piel.

- Si alguien intenta llamar a la policía, la enfermera Lalisa morirá dolorosa y lentamente.

Estaba casi histérica.

- ¡Jennie, no!- Grité.

Apuntó el cuchillo quirúrgico a la audiencia.

- Saquen sus celulares y déjenlos en el suelo, donde pueda verlos.

Alguien gritó "No la lastimes".

El horror era evidente en la cara de todos.

- Lento - susurró en mi oído, dio unos pasos hacía atrás y tuve que seguir sus pasos.

Cuando llegamos a las puertas del hospital, pidió al guardia de seguridad que entregara el arma y que abriera las puertas. El guardia de seguridad sabía que no debía convencer a Jennie de que no lo hiciera, a menos que realmente no quisiera ver mi garganta cortada.

Las puertas del hospital se abrieron y Jennie me arrastró afuera, que es cuando el Lexus azul se detuvo en el bordillo y la puerta se abrió.

La miré fijamente.

- ¿Que estás haciendo, Jennie?.

- Bueno, no escapé del asilo para poder jugar Candy Crush - dijo.

Me sorprendió que, incluso en una situación como esta, todavía tuviera su humor intacto.

- ¿A dónde vas, Jennie?.

- A casa - dijo.

Algo pasó entre nosotras cuando nos miramos, como si supiera que era un adiós.

𝐌𝐞𝐧𝐭𝐚𝐥 𝐀𝐬𝐲𝐥𝐮𝐦 ➙ 𝐽𝑒𝑛𝐿𝑖𝑠𝑎Where stories live. Discover now