XXXVIII

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El campo estaba rodeado de rosas, pero cuando miré de cerca las rosas estaban muertas.

Solo había una que había florecido a su máxima calidad, la rosa que Jennie sostenía entre sus dedos. 

Estaba mirando la distancia en la creciente niebla. 

Me puse de pie y me quedé allí, preguntándome cómo había logrado llegar aquí.

El lugar estaba completamente desierto y parecía que había un vacío más allá, como si no existiera nada más que el campo de rosas muertas.

-Te he estado esperando, Lili – Jennie dijo en su voz profunda, no podía olvidar esa voz.

Me había perdido de escucharla hablar unos días que parecían una eternidad.

Tenía una sonrisa en su rostro, pero no podía estar segura de lo que pasaba por su mente.

Ella era difícil de leer como de costumbre.

Levantó su mano hacia mí, indicándome que viniera a ella.

Comencé a Licenar con piernas temblorosas insegura de mí misma.

Contrariamente a su estancia en el hospital donde llevaba una fea, aquí estaba con un vestido negro, y me pregunté cómo mi imaginación podría evocar una imagen tan impecable.

¿Era esto un sueño o me había teletransportado a alguna otra dimensión?

Comencé a Licenar hacia Jennie cuando tropecé con algo.

Un brazo cortado.

Jadeé con horror y di un paso atrás.

Fue solo hasta unos segundos después que me di cuenta de que no había un solo brazo en el suelo, sino muchas otras partes del cuerpo cortadas sobre el lecho de flores muertas.

Un brazo, una pierna, un pie con uñas pintadas, un globo ocular mirándome. Un enorme cuervo agitó sus grandes alas y comenzó a darse un festín con el ojo humano.

Mi respiración era errática.

Era la cosa más perturbadora que jamás había visto. 

-No mires hacia abajo, Lalisa, solo es una distracción para evitar que escuches lo que tengo que decir.

La mano de Jennie todavía estaba levantada hacia mí. 

-Ven a mí.

Reuní algo de coraje e hice lo que me dijo, ignorando el montón de las partes del cuerpo en el suelo.

Licené hacia ella.

Cuando me acerqué a Jennie, deslizó su brazo alrededor de mi cintura y me atrajo hacia ella.

Muy cerca.

Curiosamente, toqué su mejilla y en parte me sorprendió que realmente pudiera sentirla.

-Despierta, Jen.

-Creo que me estoy perdiendo en esta oscuridad con cada día que pasa. No sé cómo salir de aquí, Lalisa; no creo que tenga suficiente tiempo.

Hipnotizada, mis dedos trazaron sus ojos, luego sus  nariz, sus mejillas y sus labios donde besó mis dedos. – Realmente estás aquí. ¡Eres real!

Jennie me abrazó con fuerza; su rostro estaba enterrado en mi cabello. – Lo siento por haberte traído aquí, cariño, estaba tan sola. Necesitaba verte.

𝐌𝐞𝐧𝐭𝐚𝐥 𝐀𝐬𝐲𝐥𝐮𝐦 ➙ 𝐽𝑒𝑛𝐿𝑖𝑠𝑎Where stories live. Discover now