El joven apático, que no le importaría traicionar a su más fiel compañero con tal de sobrevivir, es corrompido por una chica.
Yoritoki Nozomi, quien es todo lo contrario a él, lo hace despertar nuevos sentimientos sin siquiera percartarse puesto qu...
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𝗡𝗼𝘇𝗼𝗺𝗶.
Con mis pequeños y lentos saltos, intenté abrir las puertas de ese mismo pasillo. Llegué hasta la puerta que se encontraba detrás del chico y luego de confirmar que no era la correcta lo observé a él. Me mordí el labio, preguntándome si era buena idea hablarle pero no pude resistirme. Necesitaba saber si él conocía algo acerca de este mundo.
—Oye... —No sé si fue la emoción de más que me hizo recargar mi pie débil por accidente y caí de nuevo. Me quejé de inmediato por el impacto—. Agh, ¡estúpido pie inservible!
Fue suficiente para sacar al chico de su mundo y volteara a verme alertado. Me vio tirada alado de él, quejandome del insoportable dolor. En cuanto noté su mirada me callé avergüenzada. Sin comprender, él alzó una ceja y como si fuera una copia de nuestro primer encuentro, le volví a dedicar una sonrisa incomoda.
Apesar de verme ensangrentada y con un pie de dudable funcionalidad, relajó su rostro y regresó a su posición inicial. Miré su espalda ofendida. No podía esconderlo, me esperaba mínimo un "te ayudo a levantarte". Ignoré su falta de amabilidad y como pude me volví a poner de pie. Literalmente, solo de un pie. Me preparé para hablar de nuevo.
—Oye... ¿me recuerdas? —Me acerqué a saltos a su lado—. Nos conocimos antes de que apareciera aquí.
Su cuerpo y rostro estaban tan calmados, como si no estuvieramos dentro de un juego diabólico apunto de morir. Esperé su respuesta por cinco largos segundos.
—¿Conocerte? No lo creo. —dijo con simplesa y sin mirarme. Conocí su voz por primera vez, era justo como me la había imaginado.
—¡Choqué contigo! Antes de que todos desaparecieran, ¿no lo recuerdas?
—No.
Quedé extrañada por su respuesta.
—¿De verdad, no me recuerdas?
—Jamás te he visto en mi vida.
—Pero estoy segura que eres tú... —Dudé de mí misma y mi capacidad de recordar rostros—. Sí, si eres tú. Tu sueter, tu cabello, tus ojos...
—¿Mis ojos qué? Son iguales que los tuyos.
—Oye, ¿puedes tratar de hacer memoria un poco? Tal vez por la sangre en mi rostro...
—Ya lo hice.
—Oh, ya veo... —Me estaba empezando a molestar la frialdad de sus respuestas—. ¿Al menos puedes mirarme? Te estoy hablando.
—Umh... —Inclinó su cuerpo levemente para mirarme. Recorrió sus ojos por todo mi cuerpo, de arriba hacía abajo. Por instinto cubrí mi piel desnuda con mis brazos. Cuando su mirada volvió a la mía, creí que me había recordado hasta que volvió hablar—. Ya te miré.
