ένα

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Sombras, había sombras aterradoras que de levantaban sobre su cabeza, que se arrastraban sobre sus pies, estaban alcanzandolo, miraba alrededor desesperado, tratando de encontrar algún escondite, pero, era inútil, la oscuridad lo estaba acechando, el miedo lo estaba cegando, y aquella voz, la que le ponía la piel de gallina de estaba acercando.

—Ven a mi, hijo mío ven a mi, yo soy tu creador, yo soy tu poder.

Temblaba de pies a cabeza, mientras elevaba su mirada al cielo, se quedó sin aliento, y una ligera lágrima recorrió su mejilla, sus piernas se volvieron inestables y cayó de rodillas, se acercaba, estaba llegando, aquella bola de fuego estaba tan cerca que podía sentir el calor en su rostro, un sollozo salió de su garganta.

—Papi, ayúdame papi, no puedo moverme...no puedo despertar...

Taehyung abrió los ojos de golpe, se sentó con el corazón desbocado, aquella voz, dulce y pequeña voz estaba en su mente, "No puedo despertar papi, ayúdame, viene por mí" Se levantó corriendo de la cama, salió de la habitación agitado y rápidamente cruzo aquel pasillo, el ambiente estaba helado, un escalofrío recorrió su cuerpo por completo, abrió la puerta de aquella habitación, y escuchó los pequeños sollozos, Alexander se movía sin parar, parecía que estaba luchando contra algo invisible, con los labios y ojos apretados, lo tomó en brazos y lo movió.

—¡Despierta! —dio pequeños golpes en su mejilla—. ¡Lex! Despierta, hijo despierta.

No podía hacerlo despertar, estaba sudando y temblando entre sus brazos, una bruma extraña se sentía alrededor. Lo estaba perdiendo, sabía que algo se lo estaba arrebatando. JungKook apareció a su lado y le lanzó agua al rostro, Alexander hizo sonidos de ahogo, pero abrió los ojos y dió un grito que casi desgarra su garganta, uno que atemorizó a ambos padres. El niño comenzó a llorar, mirando alrededor asustado.

—Ya, ya, ya, aquí estoy—Taehyung lo mecio entre sus brazos—. Fue una pesadilla, ya pasó.

—Papi...papi...—sollozaba sin parar—. Lo ví...lo ví papi...

Taehyung se tensó, miró a JungKook quien estaba parado cerca de ellos, este tenía una expresión sombría, sabía muy bien lo que indicaba, durante siglos fue un guerrero, se acostumbro a sentir el peligro, podía sentir el terror que emanaba de aquel pequeño cuerpo, y eso lo estaba descolocando por completo.

—¿Qué viste? Dime cariño—Tae tomó las mejillas de su pequeño para que lo mirara, sus ojos violeta estaba repletos de miedo.

—Al monstruo...al monstruo de fuego, papi, viene por mí.

—Nadie viene por ti, nadie, no dejaré que absolutamente nadie te toque y te separé de mí. Estás a salvó.

JungKook se acercó a la cómoda y saco un pijama nuevo, regreso a la cama y se sentó al lado de ellos, tomó a Alexander en brazos y lo sentó en su regazo mientras reemplazaba la playera mojada con una seca y limpia, acarició su mejilla y limpio sus lágrimas.

—Mi florecilla de invierno, deja de llorar estás con nosotros.

—No quiero dormir solo.

—Vamos.

Lo tomó en brazos y se dirigió a la puerta, antes de salir se volvió, observó a Taehyung mirar el techo de la habitación, JungKook llevó su vista a ese lugar donde Taehyung miraba, y se congeló por completo al ver aquella marca de ceniza δικος μου estaba escrito, la palabra que los confundía, y que al mismo tiempo les aterraba, ahí decía "mío" abrazó más a Alexander a su cuerpo, sin ganas de volver a soltarlo en la vida.







La Profecía del Olimpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora