Un Maravilloso Milagro.

Perderte duele, soñarte aún más.

Allí está. Su cabello largo y oscuro cayendo sobre sus hombros. Su rostro hermoso con un ceño fruncido mientras observa con atención las páginas de su libro. Tan tranquila y en su propio mundo. Muero por entrar allí, quiero tanto toda esa tranquilidad que ella emana, toda esa magia que brilla a su alrededor. Lo quiero tanto que está volviéndome loco. Me ha quitado el sueño por días y me ha hecho sentir vacío, después que aquellas horribles palabras salieron de sus labios, con los cuales sueño todas las noches.

Después de que escapara de mí aquella noche, quise acercarme... pero fue inútil. Incluso cuando ganó el concurso de matemáticas unos días atrás, quise felicitarla, quise acercarme, quise que supiera lo orgulloso que yo estaba de ella... pero fue inútil. 

No quiero que te acerques a mí, nunca más, me dijo. Nueve palabras. Me mandaron al infierno. Y duele. Ella sabe lo que siento y aún así no le parezco suficiente. Ella no me quiere. Ella me alejó. Ella me rechazó. Y yo la amo, necesito y acepto. Nunca creí que esto sería de esta forma, nunca pensé que ella tendría tanto poder en mí pero joder, lo tiene. Y no puedo hacer nada más que fingir que no significa todo lo que siempre he querido. Ella, mi flor favorita. El rayo de luz que alegra mis días.

Se ve tan bella mientras lee, ¿qué estoy diciendo? Ella se ve hermosa todo el tiempo, incluso cuando me ha rechazado y ha roto alguna parte de mí. Incluso cuando es la dueña y causa de mi sufrimiento, sigue siendo lo más hermoso que alguna vez pude ver. ¿Así es amar? ¿Así de masoquista es estar enamorado?

Espero que no se de cuenta que la estoy observando desde un rincón de la biblioteca, estoy aquí desde que la profesora de literatura me mandó buscarla, pero no he podido acercarme. Estoy rechazando la idea de que se escape una vez más. No necesito eso, no quiero sentir como algo arde dentro de mi pecho. ¡Lo estoy rechazando! Ahora soy yo el que escapa de su dolor, desde el sábado por la noche estoy huyendo de este sentimiento que está tomando espacio dentro de mi alma, lo estoy lanzando fuera. La pérdida. La estoy rechazando, porque no la perdí, no perdí a Aurora. ¡No lo hice! Jamás podría perder a mi flor favorita, ella es el único descubrimiento, el único objeto valioso que he encontrado. Ella es mi perdición.

—Ya están el en casillero, chico enamorado.

Me dice el conserje cuando me ve y yo trato de sonreír mientras el pasa caminando a mi lado. Compre otras rosas para Aurora, se las merece por haber ganado el concurso de matemáticas y quizás por hacerme sufrir como un idiota.

Mis pies están regresando al auditorio por el pasillo, mis ojos están cansados de observarla y sentir que la perdida se acerca. Sin embargo, estoy casi corriendo de regreso a ella. Aún no la he perdido, ¡no la perdí! 

Ella parece verme cuando entro a la biblioteca y quiero golpearme cuando veo que comienza a guardar sus cosas y se pone de pie. La perdida es real. La perdida hace que la flor se escape de mí.

—Aurora...

Estoy rogando y ella detiene sus pasos.

—Por favor, yo...—te amo, casi suelto pero recuerdo el porqué por el cual estoy aquí.—La profesora está buscándote tenemos ensayo.

Apresuro mis palabras porque siento que va a escapar si no termino mi frase. Los segundos pasan y se hacen enormes, gigantes a nuestro alrededor. Ella aún sigue de espalada hacia mí, sus manos apretándose alrededor de la cuerda de su mochila. Mírame, te lo ruego.

—¿Vendrás?

Ruego y ella gira hacia mí. Al fin. Estoy sintiendo como su paz obra sobre mí cuando veo dentro de sus ojos después de lo que pareció una eternidad.