Capítulo 3

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Escucho los gritos y risas de las personas en su salón de fiestas. Podía imaginarlos, riendose de ella, de su ingenuidad posiblemente y divertiendose con las pobres mujeres de su reino.

Cubrió su desnudez con las sábanas, y camino al baño, quería limpiar el aroma de ese hombre en su cuerpo. Una aroma tan masculino, tan delicioso, pero que no era el de ella.

Sus piernas dolían y tenía un ligero ardor en su parte media. Llamo a sus damas, esperaba que le pusieran un baño. Pero ninguna respondió.

No le quedó más que acomodarse en la tina y recostarse para dormir en ella.

•••

Damian se sentó en la mesa con sus dos amigos de confianza, pero pronto se arrepintió, ambos chicos lo tomaron del cuello y empezaron a revolverle el cabello con fuerza mientras reian.

-¡Jefe Damián! Por lo que veo a sido una buena noche, ya sabe a qué me refiero -Rio Ewen.

-A tomado a la princesa del reino, cualquiera hubiera querido ocupar su lugar-codeo Emil a Damián, pero se callo, cuando vio la mirada perdida de su amigo-¿qué pasó? ¿te sientes decepcionado? No me digas que ella no es...

-No importa si no lo fuese, es algo que a mí no me incumbe, yo llegue de una amenaza a muerte a su vida -se cubrió el rostro de la vergüenza, lo había disfrutado, había disfrutado recorrer cada parte del cuerpo de su esposa, cada curva la recordaba a la perfección, inclusive sus pequeños suspiros y sus ojos llorosos. No entendía porque se sentía así, no debía importarle haberla dejado en la cama, pero sentía un dolor que le invadía el pecho, pensó que tal vez esa mujer lo había embrujado, pero no era así.

Había salido de la cama porque no resistía tenerla en sus brazos, huyó del lugar y llegó con su padre a lanzarle aquella sábana sin voltear a verlo, pero sabía que una sonrisa había salido de ese rostro del que esperaba una felicitación y orgullo.

-Sigue cumpliendo con tu deber, Damian.

No quería regresar a su habitación, pensaba que esa mujer era una fiera en el fondo, y posiblemente tendría un cuchillo esperando que fuera clavado en él, no estaba loco para saber que ella estaría hecha una furia y no la culpaba, aquello que hizo no lo merecía, ni nadie.

Esperaba conciliar al sueño cuando unas horas después abrió cuidadosamente la puerta y volteo por los lados, pero no la encontró, solo las sábanas revueltas y eso lo alteró. ¿Había escapado? Pero ¿Cómo podría escapar? Todo el reino estaba lleno de soldados, cualquiera que la hubiese visto ya la hubiera tomado a rastras para devolverla, abrió la puerta del baño con fuerza, y el ovillo que vio en la tina de la bañera lo hizo reír, se veía tan frágil y tierna, con sus largas pestañas, en las cuales aún había un rastro de lágrimas y unos ojos hinchados. Eso lo hizo sentirse peor, pero ignorando sus pensamientos, la tomo en brazos y la guió a su cama, acostandola junto a él y abrazándola, pero ella no se despertó.

•••

La luz en el cuarto pronto empezó a entrar, haciendo que los ojos de Anya se abrieran, y se sorprendió al estar en su cama. No era de esperar que llegara ahí, cuando ella dormía, no había poder en el mundo que la despertara, pero le desagradaba dormir en la cama donde ese hombro le había quitado todo.

Cuando se levantó, sus damas ya estaban ahí, preparando el agua para su baño, y su vestido. Sonrió un poco, tan siquiera eso no le quitarían, a su gente.

Pierdes Tú O YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora