Capítulo 10

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-¿Se ha terminado...?

-Si -respondio Damián, una y otra vez, recargando el cuerpo de Anya en el suyo, haciendo que su cabeza quedará en su hombro -Todo ha terminado.

-Me alegro -Anya cerro sus ojos lentamente, sonriendo, queriendo en su interior mantener aquel momento-¿Crees que en la siguiente vida nos volvamos a enamorar?

Damián volteo a verla entonces, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, incapaz de hablar sin ponerse a gritar -No digas tonterías, saldrás de esta, no está tan mal...

A pesar de ello, a pesar de sus palabras, le sostenía la herida en su vientre con fuerza, pero era tan inútil, pues la sangre seguía saliendo, vaciandola lentamente. No sabía que era más desgarrador, alentar su muerte y verla sufrir o dejarla morir sin haber intentado algo. La vida en sus ojos se iba alejando y su cuerpo se hacía frío.

La herida no era mortal, pero tenía un tiempo desangrándose y si corrían al palacio solo la lastimaría más.

Estaba en shock.

Los soldados que antes gritaban victoria, dejaron de hacerlo, Sir Loid corrió rápido a ellos, viendo que nadie le quitaba de sus brazos a la inconsciente reina que parecía un pequeño muñeco ido, entre vida y muerte, si eso seguía así, él mismo la mataría. Aún con sus votos, arrebato el cuerpo de la chica de él, y se apresuro en su caballo al fuerte no muy lejos de ahí.

Si sus dioses existian, debían hacer que Anya Levsky no muriera en ese horrendo sitio.

La distancia parecía tan lejana cuando veía a la niña que el cuido toda su vida, con el semblante tranquilo, tal vez pensaba que era su fin en ese lugar, y en los brazos del hombre que amaba, tal vez estaba despidiendose y no tenía miedo a la muerte porque ni siquiera se esforzo en cubrir ella misma su herida.

Sus delgados brazos colgaban de su cuerpo cuando bajo del caballo y grito auxilio a las enfermeras, todas corrieron a socorrer, más al ver de quién se trataba, su Reina.

Le arrancaron al delgado cuerpo y lo corrieron del sitio. Ahora entendia porque Damián Desmond se quedó en shock sin saber que hacer, tenía tanto miedo de perderla, y ahora el experimentaba ese dolor en su pecho, taladrando hondo y lastimandolo. Esa mujer, era como una hija para él.

La lluvia empezó a limpiar el campo de batalla, el agua corría impregnada de sangre, no de enemigos ni aliados. Solo de personas que murieron por los ideales de su gobernante. Parecía querer purificar el sitio tan sombrío.

Unas pequeñas gotas cayeron en las manos de Damián, que vio como sus manos eran de pronto limpiadas, sentía el agua fría refrescar su cara. Parecía que de pronto, una luz entro en su mente.

Anya.

Él tenía a Anya en sus brazos, ¿dónde estaba?

Volteo a los lados, buscando a su amada, levantándose con dolor del barro, y camino por el campo, desesperado por encontrarla, temeroso de no hallarla.

-¡Anya!

Sus gritos hacían eco en el sitio, veía algunos cuerpos pero no le importaban, sentía que estaba perdido, un gran dolor le asfixiaba mientras seguía avanzando, hasta encontrar un pequeño grupo de soldados, que cuando lo vieron, rápidamente se dirigieron a él.

-Mi Rey, Sir Forger a llevado a la Reina al fuerte, acompáñenos por favor.

Asintió muy apenas, pero no escuchaba con claridad lo que le decían, solo alcanzó a distinguir el nombre de su esposa y se alzo en un caballo para seguir a esos hombres.

El tiempo pasaba y parecía que no llegaban, o tal vez su mente iba tan despacio que no se fijo en el transcurso que hicieron. Cuando descendió del animal, sus pasos lo llevaron adentro, buscando el ya tan conocido cabello rosa de entre todos los demas. A lo lejos vio a Forger y corrió a el, tomando sus hombros y zarandeandolo.

Pierdes Tú O YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora