Capítulo 8

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Damián.

Nuestros encuentros no fueron más que formales. Fue la única noche que dormimos juntos y la última.

No pensaba de igual manera cuando la tenía cerca, parecía una droga que cegaba mis sentidos de solo observarla. Tan hermosa y tan frágil, y aunque me pesara, esa idea que tenía de ella fue lo que me hizo llegar aquí. Pensar que ella era como una muñeca de porcelana que se romperia si no la cuidaba. Una y otra vez, Anya me demostraba que no era una frágil muñeca, parecía más bien, un soldado capaz de derramar sangre con tal de proteger a los suyos, ¿sería yo una de esas personas? O peor aún ¿ella tenía a alguien a quién proteger?

Conforme pasaban los días, llegué a la conclusión que no, Anya no peleaba por alguien en especial, ella lo hacía por su pueblo, era lo que ella más parecía que le preocupara o le quitará el pensamiento. Lucia como una madre, cuidando de sus hijos, evitando con su propio cuerpo alguna herida, tal y como esa vez, aquella vez que la humille en frente de todos ellos. No puedo imaginar lo que pudo sentir, ni tampoco como poder enmendar esos errores del pasado, que, aunque no fueran hablados, eran una roca estorbando en el camino.

Estaba harto de huir del pasado, no podía seguir con este ceguedad, pero a fin de cuentas, ¿no sería para ti, un hombre honorable y de fiar tu padre? Aquel que te crio y te enseño lo que sabes. A mís ojos, esa fina tela aún no se caía, aunque de los labios de mi hermano saliera la cruda realidad de esta guerra, un ruin y desagradable fin de mi padre.

Odiaba las guerras, significaban muerte y destrucción, los humanos se quedan estancados en esos deseos de conquistar en vez de prosperar sus propias tierras. Cuando acepte la misión de este reino, pensé que llegaría sin mancharme las manos, claro que yo no he asesinado a nadie, pero mis hombres si, por mis órdenes, y esas muertes van detrás de mi, cómo grandes pesos que me hundirian si tratara de fingir que no están.

Yo mate a personas, a el pueblo de Anya y aún así, seguía con vida. Bajo el cuidado de su nombre y lo que representa.

Tarde o temprano la guerra llegó, y aunque yo quisiera evitarlo, ella fue la que estaba en el frente. Evitaba su mirada para que no notará el miedo que me daba verla avanzar frente a cientos de hombres que eran enviados para atacar estas tierras.

Gracias a los dioses, (si es que existían) ella salía viva de ellas, algunos no corrían tanta suerte, pero ver su rostro lleno de sangre y lodo me hacía saber que la sangre que llevaba ahora era de mi pueblo.

Mi hermano y yo queríamos liberar al pueblo de nuestro tirano padre, y lo terminabamos matando, asesinabamos indirectamente a los nuestros, y eso también pesaba. Y ella lo notaba, obsevaba todo el sitio, tal vez rememorando la batalla, y acudía con los heridos, ayudando. Y los que estaban completos se les ordenaban cavar tumbas, sea o no aliado.

Blackbell no se hallaba en el frente como lo suponía, pero las armas eran cortesía de ellos, Becky prefería perfumarse o alardear de cosas triviales, aunque se noto más maternal conforme a Anya se trataba, parecía accesible a lo que ella sugería y se le traía lo más rápido posible.

Aunque los nervios la delataban, sus uñas siempre estaban siendo mordidas por sus dientes.

Cuando el día terminaba, Anya desaparecía y la luz en la torre de su cuarto la apreciaba a ver un momento antes de que se adentrara nuevamente.

•••

Tenía una hora para levantarme y observar los datos de las pequeñas batallas que se habían dado en los meses siguientes, ninguna con una magnitud que nos demostrará que aliados estaban con mi padre.

Parecía estar solo, pero una persona como él no estaba sola en situaciones así.

Todo eso me daba mala espina, todos los enfrentamientos parecían ser tirados sin ningún propósito, y con pesar, era que cientos de soldados perdieron su vida por un movimiento tan nefasto. Parecía que eran pequeñas gallinas que mi padre había llevado al matadero solo para poder disfrutar un poco.

Pierdes Tú O YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora