•CAPITULO DIEZ: Brindis•

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El fuego se avivó luego de recibir un sobre de papel que terminó de ser consumido, el humo llenó brevemente la sala antes de perderse en el aire.
Hubo un suspiro cansino que escapó de sus labios, leyendo de entre sus manos una carta que anteriormente él había escrito con tanta dedicación y esfuerzo que fueron en vanos en aquel entonces. Desperdiciando tinta, papel y tiempo en sentimientos escritos para alguien que jamás lograría corresponderle, por más que aquella carta no fuese de amor y fuese a modo de consuelo para sí mismo. Su propio amor era su perdición.

Sus manos temblaron tras seguir leyendo la carta y fueron apretando la hoja lentamente hasta arrugar los bordes. No, ella sin duda no se daría cuenta jamás de lo que él siente por ella, porque ella le sigue perteneciendo a la persona que la convirtió en lo que actualmente es, aunque ella lo niegue y admita odiarlo con toda su alma. Sabe que en el fondo ella lo sigue amando.

Amor que no era para él.

-"Conozco los anuncios que proclama su corazón, porque conozco a quién le pertenece..."-pronunció débilmente para que nadie lo escuchara, sus lentes se empañaron tras volver a suspirar.

Así permaneció un rato luego de leer la carta, escuchando el vivo fuego pedir a gritos crecer por necesidad de leña.

-Fue poético-. Dijo una voz grave a sus espaldas que ignoró sin mucho esfuerzo-. Si me permite decirlo, jefe, nunca creí que usted fuese capaz de escribir una carta de amor no correspondido.

-¿Usted cree en el amor, Kyosuke?-le preguntó bruscamente sin llegar a ser mal educado, aún sin apartar la mirada de las letras escritas con tinta sobre la hoja de papel.

El comandante de la tercera división de los Ghidorah recibía el calor de la chimenea estando acostado en el sillón frente a él, aunque el calor era bloqueado por la anatomía de Inui al estar frente a él dándole la espalda.
Kyosuke pensó por un momento en lo que acariciaba sus cicatrices, pues la pregunta lo había tomado desprevenido.
Inui, por otra parte, dejó de leer para limpiar sus lentes.

-El amor no necesariamente debe de ser solo romántico-expresó el peliazul-. Hay amor hacia la familia, hacia los animales, hacia el arte, y para muchas otras cosas. Con ello en mente, puedo decir que creo en el amor, por más que no haya experimentado un amor romántico hacia alguien.

-¿Por su condición?

-No solo por ello, sino por mi antigua religión por la que era fiel creyente-. Suspiró sumiso en los recuerdos-. Como mi jefe sabrá de mí cosas que ni yo sé, pero mi pasado es una de las cosas que ambos conocemos. Yo crecí viendo al padre de iglesia dar su charla de los domingos, crecí con la idea de que Dios es grande y me amaba como a todos sus hijos, mi sueño era ser padre de iglesia desde que era joven. Amaba a Dios, ese era mi amor.

-Pero ya no es así.

-Exacto-volvió a acariciar sus cicatrices, añorando volver a la época en la que podía ver el mundo por un instante-. El amor es pasajero, el amor hacia cualquier cosa en general, nunca perdura, son muy pocos los casos de amores verdaderos. Pero respondiendo su pregunta inicial, jefe, sí creo en el amor. Por más que ahora diga que no dure para siempre.

-Lo entiendo y lo respeto-volvió a colocarse los lentes-. ¿Qué opina usted de la escena de ayer con el ejecutivo de Bonten? No siempre se tiene la oportunidad o la vida para ver a uno.

•Mistress and Lady•  |‡Tokyo Revengers‡| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora