•CAPITULO DIECISIETE: Ilusión•

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Pasada una semana del suceso que generó escándalo por toda la mansión, Inui finalmente tuvo un breve momento de paz tras sentarse sobre el sillón oscuro que hacía unos momentos había ordenado mover hacia la sala de conferencias, en donde sus manos sostuvieron un vaso con agua y una pequeña pastilla redonda para la jaqueca que lo llevaba matando toda la semana. Se la bebió, consciente de que estaba haciendo esperar a su visita totalmente esperada.

Una semana desde el ataque.
Una semana desde que su señora dormía en la enfermería de la mansión.
Una semana desde que tomó el carro, pero en donde se sentía tan ajeno al puesto. No era lo mismo sin ella.

Con ello en mente acomodó los lentes en el dorso de su nariz, suspirando lo suficientemente hondo como para poder mantener el contacto visual con un par de ojos claros que no parpadearon desde que lo vio entrar por la puerta. Una cicatriz cruzaba su ojo derecho, la cual acarició con incomodidad luego del silencio que prolongó tras su llegada.
Lo único que rompía el silencio eran las caladas que él tomaba de su ya tercer cigarrillo en lo que llevaba de la mañana.

—Entonces...—dijo Inui cerrando sus párpados, cruzando sus piernas y manteniendo una postura recta sobre el sillón—¿Qué lo trae por aquí en estos tiempos de tensión y peligro, Sr. Akashi?

—Detesto cuando te pones formal conmigo—confesó Takeomi apagando su cigarrillo en el cenicero a su lado. Se había tomado la molestia de llevar su propio cenicero—, me indica que tu humor de hoy está de la mierda.

—Sr. Akashi, debe comprender que en estas circunstancias y tiempos actuales, cualquier llegada de cualquier miembro de posibles amenazas es bien informada ante mí...sobretodo ahora que todo lo que ha ocurrido tiene que ver con usted, indirectamente.

Masajeó sus sienes, frustrado por la acusación disfrazada con palabras embellecidas y educadas hacia su persona. Encendió otro cigarrillo con rudeza, tanto que sus dedos se pusieron calientes con el fuego de su encendedor casi vacío.

Inui no dejó de observarlo intensamente.

—Ninguno de nuestra organización... tenía previsto tal ataque impulsivo de parte de esos tres—Takeomi expulsó el aire retenido y luego miró hacia el techo—, los hermanos Haitani están bajo supervisión, pero en el caso de Sanzu...es un caso especial.

—Atentó contra la vida de uno de los miembros más importantes de esta familia, del Bajo Mundo y de toda la capital de Japón.

Sus manos, que todo este tiempo habían estado entrelazadas sobre su rodilla cruzada, dieron a parar en el reposa brazos de cada lado. Takeomi notó como el colchón del sillón se contraía con tanta presión que los dedos de Inui ejercían a modo de rabia contenida que sus labios no dejaban expresar. No sintió cuando su pierna iniciaba a moverse sobre el suelo, ansioso por todo lo que sucedía.

Visualizó en la mirada del rubio, cargada de rabia y otros sentimientos contenidos en su ser que no fue capaz de distinguir, lo que pensaba acerca de los actos ocurridos en acción de su hermano pequeño, Haruchiyo Sanzu, quién llegó a la casa Bonten arrastrado por los hermanos Haitani alardeando y riéndose a estruendosas cargadas de cómo había posiblemente acabado con el peor enemigo de la organización.
Ese mismo día, tras la revelación que colocó patas arriba a los altos mandos de Bonten, ataron a Sanzu de pies y manos con cadenas y lo colgaron boca abajo en el estacionamiento de un edificio abandonado perteneciente a su lado de la ciudad, en dónde se le obligó a permanecer de esa manera hasta que su sangre llegase al cerebro y ya no fuese capaz de mantenerse consciente. Fue el castigo más leve al que llegaron después de lo que hizo.

•Mistress and Lady•  |‡Tokyo Revengers‡| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora