•CAPITULO VEINTE: Rabia•

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Exactamente veinticuatro horas después, comenzando la tarde a oscurecerse, dos hombres cayeron al suelo en un ruido sordo.

Nadie vio nada, nadie escuchó nada. Sin testigos, la entrada perfecta.

El viento soplaba con brusquedad, y las frías paredes de colores oscuros fueron adornadas con las salpicaduras de la negra sangre. Suspiró, sintiendo en el aire el vaho de la frialdad que llenaba la zona cuando la luna iniciaba a asomarse entre las nubes, escondiéndose el sol que parecía apagar su luz conforme la escena se desarrollaba.

-¡Oi! ¡Nakajima! ¿Qué estabas dicien...?-

La interferencia se apoderó del objeto al mismo tiempo que sus botas pisaban con fuerza la radio de uno de los hombres que ahora dormían para siempre en el frío suelo de piedra. La sangre se hizo presente, formando charcos alrededor de sus cabezas hasta unirse en un solo tipo. Solo sangre obscura y rojiza.

Ignorando los cuerpos, caminó entre medio de sus cabezas y se dejó guiar por sus sentidos a través de un pequeño pasillo, estrecho y caliente, donde el viento era invisible y se negaba a cruzar más allá de la puerta en dónde descansaban para la eternidad los hombres que la vigilaban.
Tocó las paredes: frías y suaves y diferentes a las de la mansión, con relieves de piedra y áspera para las yemas de sus dedos.

Solo podía escuchar sus pasos en medio del silencio que reinaba el pequeño pasillo, y la oscuridad se cernía sobre su cabello azulado, haciéndolo ver más oscuro de lo que ya era. El susurro del viento de la entrada dejaba de sonar a medida que se alejaba y se adentraba a lo oscuro.

Quiso agudizar sus oídos, al pendientes de cualquier movimiento o ruido extraño que le permitiese saber de alguien ajeno a él en esas paredes, pero no había mucho que escuchar en esa parte de la casa, además de sus propios pasos y el sonido de su respiración.
Después de todo, era la parte trasera de una de las residencias pertenecientes a sus enemigos, y sorprendentemente estaba muy poco vigilada.

Tuvo un mal presentimiento, aminorado por el sonido de una interferencia.

Oi, viejo de mierda—se escuchó la voz rasposa y distorsionada de su superior hablar por el auricular de su oído. Frunció el ceño y bajó un poco el volúmen—¿Estás muerto ya?

—Eso te gustaría demasiado, Eiichiro—se detuvo un momento, escuchando pasos en el piso superior, justo encima de su cabeza—. Entrar por la puerta trasera fue demasiado... sencillo, y dadas las condiciones en las que actualmente nos encontramos con Bonten, es curioso.

¿Cuál era el maldito plan?—preguntó Eiichiro.

—Ustedes se presentan ante las puertas principales como los invitados, mientras yo me dedico a investigar el lugar gracias a su distracción. El que Haruchiyo Sanzu haya solicitado nuestra presencia es intrigante... e ilógico, me aseguraré de que no tiendan alguna trampa desde dentro. Sin embargo, queda de su parte evitar que él y sus esbirros crucen más allá de donde sea que estarán.

No recibo órdenes de ancianos, hijo de perra.

¡Eiichiro!—esta vez, la voz de Denji se oyó entrecortada por encima de la voz de Eiichiro, quien gruñó en respuesta—Kyosuke tiene razón, acordamos esto.

•Mistress and Lady•  |‡Tokyo Revengers‡| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora