•CAPITULO CATORCE: Carmesí•

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Parte 2/2
Advertencia de contenido sensible [+16]




Bajo un intenso sol que amenazaba con asesinar de una ola de calor a media zona sin ley, las personas se hacían a un lado con miradas confundidas y asombradas a un joven de cabellos rosas que era muy bien conocido.

Sus pies descalzos ardían bajo el suelo ardiente del día soleado, sin embargo, no parecía afectarle en su andar. Su cuerpo sucio y magullado se calentaba con los rayos del sol, sus ojos fijos en el frente y entrecerrados por la luz que emanaba del cielo; sus brazos sostenían sobre la cabeza un viejo periódico que entró en el suelo para evitar que el sol golpeara sobre ella. Aunque no era su cabeza.

Una bebé, que ya llevaba un breve tiempo por esos lares mientras miraba a su alrededor chupándose los dedos con mucha concentración, era sostenida por un canguro en mal estado sobre el pecho del pelirosa, este cubriendo la cabeza de la menor con las hojas de periódico para evitar los rayos intensos del sol. No se preocupó por él en ningún momento, a pesar de las llagas que se formaban en la planta de sus pies o las gruesas gotas de sudor caliente que resbalaban de su frente.
Mucha gente conocía a los Hashibara, tanto al padre como al hijo que estaba criando, y ninguno se relacionaba con ellos a menos que fuese realmente necesario, que era prácticamente nunca. Pero sin duda, fue una enorme sorpresa ver a un preadolescente de malos aspectos cargando una bebé en un canguro sobre su pecho.

El canguro se lo proporcionó una mujer de edad avanzada, quién resultó ser la vecina de una pequeña casa en frente de la suya. Según le comentó tras ver las condiciones en las que se encontraba cuidando un ser humano mucho más pequeño que él, la anciana engendró cinco hijos, tenía dos nietos y una niña en camino; al principio creyó que intentaba ofrecerle drogas en un producto para bebés, pero luego de una seria explicación sobre el uso correcto del canguro, dejó ese pensamiento de lado y murmuró un agradecimiento. No estaba acostumbrado a agradecer nada.

-¡En cuánto vendes a la niña!-gritó un hombre tirado en la sombra de un bar de mala muerte, se le veía acalorado y su panza cervecera sobresalía de su camisa-Pagaré muy bien por ella, ¡Dime un precio y...!-

Se quedó callado cuando una mirada punzante, penetrante y muerta lo observó desde unos ojos rojos que mostraban su intensidad con la luz del sol sobre su cabeza.
Sin responderle a su pregunta inicial, volvió a retomar su camino por la caliente calle rodeada de personas extendidas en el suelo, supuso que alguna de esas personas estaba muerta.

Desvió su andar a un callejón vacío antes de volver a cruzar, esta vez cerca de un conjunto de tiendas de comida rápida y prostíbulos baratos. Ignorando al estereotipo de mujer joven en escasa ropa y cubriendo los ojos de Masako llegó hasta el fondo, donde una tienda de productos y mercancía importada de las zonas elevadas y ricas de la capital estaba abierta. Cabe decir que lo que predominaba en la tienda eran las tantas armas de fuego que colgaban en exhibición.

Mercado ilegal de armas.

-¡Oi, vieja de mierda!-golpeó el mostrador sin medir su fuerza, el cristal tembló ante el puño de Eiichiro-Sé que estás aquí, ¡Da la cara, vieja!

-¡Deja de gritar, maldita sea!-una mujer de cabellos negros y ojos morados apareció al otro lado del mostrador, llena de aceite desengrasante y suciedad en el rostro- Si vuelves a llamar vieja a una mujer en sus treinta, juro que cortaré tu cuello y haré cuerdas de chelo con tus cuerdas vocales.

-Eres bastante vieja para seguir fingiendo ser joven, Ririka.

-¡Deja de decirme vieja, mocoso!-una risa infantil desvió la atención que tenía en Eiichiro, notando un bulto sobre su pecho que era cubierto por las hojas de un periódico viejo-Pinkie, dime que no secuestraste un niño.

•Mistress and Lady•  |‡Tokyo Revengers‡| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora