"Odio"

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"𝑆𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑔í. 𝑆𝑒𝑟 𝑢𝑛 𝑠𝑜𝑙𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑠 𝑑𝑖𝑓í𝑐𝑖𝑙, 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑔𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑡𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜". 💚

Después de escuchar la discusión de mis padres con Alessa abajo, me encerré en mi cuarto y me tiré en la cama para encontrar paz, «pronto vendrían por mí, o quizás se esperarán a la cena para reclamarme por cualquier cosa», era lo en lo único que pensaba. Al pasar diez minutos, me levanté, tomé una toalla y fuí hasta mi armario para buscar ropa, con la intención de irme a bañar, pero encontré mis cinturones antiguos, los que usaba cuando iba a karate. Me entristeció verlos, los saqué de ahí, y los revisé, eran tres. El blanco fue el primero que recibí, cuando empecé a los diez, cuando ascendí después de aprobar el primer examen obtuve una pieza metálica de color azul, luego otra y así pasé en el siguiente examen al color naranja. Fuí a muchas competencias, y torneos, así fue como perfeccioné más mis técnicas y ascendí a mi último cinturón, verde.
Desde entonces comencé a ver mi futuro borroso, lo había dejado todo por una lesión, y esos días estuve pensando mucho en lo que deseaba hacer al terminar décimo grado. Estaba bastante indeciso, y hablaba con mis pocos amigos, Valentín si tenía en mente algo, la carrera que estudiaría sería arquitectura, pero yo no me veía triunfando en ninguna carrera... lo único que me gustaba era la música, la literatura, las artes marciales, y el dibujo, en eso se resumía mi vida. Los siguientes días estuve muy decaído, Valentín iba a mi antigua casa para tratar de animarme.

...

—¡Alex, a veces me estresas! ¿es que eres ciego para todo? nunca te das cuenta de las oportunidades que tienes... ¡tus padres tienen buenos empleos, pueden pagarte una buena universidad! ¿no has decidido que estudiar? ¡no hay problema, bro! eres un gran dibujante... ¿lo sabías?—.

—Me moriré de hambre...—encogí mi cuerpo para poner mi cabeza en mis rodillas y tomarme del cabello.

—¡Ja, ja! eres un dramático, Alex...—

—Si, mis padres tienen dinero, pero... ya sabes como se comportan, son tan... crueles, el otro día papá me dijo...—me llené de rabia, al recordar como mi padre despreció un retrato de mi hermana que había hecho, lo vió por accidente y lo criticó sin piedad.

—¿Acaso vas a permitir que eso te detenga y te siga haciendo infeliz, bro?—.

—No... es que, ellos no se cansan de juzgarme. No entiendo... por qué—exhalé.

Ellos discutían conmigo a diario por cualquier motivo, porque usaba ropa oscura, porque parecía un cadáver, porque no me cortaba el cabello más seguido, porque escuchaba música muy fuerte, y últimamente porque pasaba mucho tiempo con mi novia.

...

—¡Ey! déjame ayudarte con esas vendas. Así como me has ayudado toda la vida—. Recuerdo que intenté ayudarle a Marilyn cuando estaba cubriendo sus heridas.

—Je, je... gracias, ¿sabías que eres tan tierno Alex?—. Ella tenía los ojos más dulces que jamás había visto, compasivos y bondadosos, cada día la amaba más.

—¿Qué? n-no soy tierno. Solo te veo muy enredada con esas vendas y ya—. Cuando sus mejillas tomaban un color rojizo se veía aún más hermosa. Entonces la ayudé, y ambos nos quedamos en silencio por unos segundos. Al terminar ella dijo:

—Como tu digas Alexander, de todas formas, gracias—y se alejó de mí después de besarme en la mejilla. Seguro tenía cara de idiota mientras observaba como entraba por la puerta de atrás a la casa de su abuela.

Crónicas de un soldado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora